Esa "cosa" es lo que hace cantar al tomeguín del pinar

sábado, 4 de septiembre de 2010

Una deuda de la memoria

Elsie, Ana Rosa y Julito
Por Elsie Carbó

Julito Cabrera murió de VIH en Miami. La noticia me llegó por Facebook como suele ocurrir actualmente con los sucesos relevantes. Siempre tuve la esperanza de verlo personalmente y sentarnos para recordar los tiempos de cuando éramos más jóvenes y trabajábamos en Juventud Rebelde. Recuerdo que él ambicionaba ser un brillante cronista deportivo como Bobby Salamanca o Eddy Martin. Tenía solo unos veinte años pero poseía la agudeza y la ética que se necesitan en esta profesión.

En todo este tiempo he llevado una pena íntima en el corazón que me hubiera gustado compartirla con él, pero como ya no podré hacerlo solo me queda ofrecerle disculpas a nombre de aquellos trabajadores del diario que tan atroz lo trataron en los irrefragables mítines de repudio de los 80. Es una deuda de la memoria, porque si vas a ver las paradojas de la historia, te encuentras que ya de aquellos trabajadores que fueron convocados a los mítines casi ninguno está vivo, han muerto de cáncer, embolia o pulmón, o están viviendo sus nuevas vidas en Miami, Alamar o en Japón, olvidados seguramente de las palizas que propinaron, o de las toneladas de huevos que lanzaron en La capital.

Así es de contradictoria la vida. A Julito lo llevaron con la de palo. Su apartamento en el Vedado se convirtió en un infierno hasta el último día de su salida del país. Sin agua, sin luz y sin gas mientras duró el papeleo en inmigración. Megáfonos, huevos o piedras ante su puerta y bajo el balcón. Puesta en escena de grandes cartelones donde se leía la palabra maricón. Hasta donde sé jamás sus preferencias sexuales fueron un obstáculo para su trabajo en el comité de base, entonces ¿cuál era la causa para tanto desprecio por su decisión?

Por eso pensé que con más empeño le debo esta crónica a su memoria, y aunque no soy de las místicas que piensan que un dios allá arriba castiga o perdona inexorablemente, sin cultivar odios o roñas trasnochadas, algunas veces en mis pensamientos instalo la idea de que la vida tarde o temprano les pasa la cuenta a los hachepé que van por el mundo haciéndole la vida un yogurt a la humanidad. Y eso, al menos, me hace dormir tranquila.