Esa "cosa" es lo que hace cantar al tomeguín del pinar

jueves, 3 de enero de 2013

A los jóvenes no les gusta hacer cola, ¡qué extraño!


He notado que a los  jóvenes no les gusta hacer colas. ¡Y eso me inquieta! Si las colas forman parte del patrimonio intangible de la nación. No es verosímil nuestra cultura sin esos episodios homéricos que cada vez se vigorizan más y se transmutan con el tiempo, más de medio siglo lozanas y rocambolescas como el primer día dan fe de ello.

Porque ellos no saben que una cola es una forma auténtica de establecer relaciones sociales entre los individuos sin intermediarios, algo poco usual en la actualidad. ¡Qué Utopía en el Nacional, ni Diablo Tún Tún en Casa de la Música! No hay confluencia más aglutinadora para catalizar emociones que una buena fila frente a una oficina o dependencia pública, ya sea para pagar el teléfono, cambiar divisas, cobrar jubilaciones, esperar un P cualquiera o rellenar el celular.

La que tengo aquí es digna de figurar en algún libro récord o ponerla en un Memorial. Etecsa, en Carlos III, bien temprano en la mañana. No desperdicies esta forma de ponerte al día en las noticias, sobretodo las que no toma en cuenta  la prensa cubana.. Apuñalamientos, anuncios sobre visas, robos con fuerza, gases tóxicos, violaciones… Estas a punto de enterarte quién sacó el terminal 88 en la bolita de San Miguel del Padrón.

Entonces pediste el último. _Señores, si hay que actualizar el contrato telefónico por qué no emplean más personal para encausar rápidamente el gentío que se forma? Error. Mejor ni lo digas. Te miran como si vinieras de afuera. Esta es una población con profusión de ancianos, o por lo general entre los 60, sillas de ruedas incluidas. Los jóvenes no, ya lo dije, no quieren hacer cola.

De todas forma me pregunto por qué un administrador, director o gerente no podría habilitar más ventanillas o buroes y poner más empleados para agilizar la cola?.

Maquiavelo era un bebe de maruga. El diseño que hemos construido hace medio siglo nos pasa la cuenta con el cartel de lo prohibido. Aquí casi todo está prohibido para la  población, y un día hasta los santos de palos se van a cansar, imagínate un embudo que en el pico tiene las puertas, nunca se abren de par en par. En los inmuebles públicos existe un portero que manda a pasar la cola de uno en uno de acuerdo a su intuición.

 pero donde mejor se ve este embudo es en el transporte público, decenas de personas queriendo entrar por una rendija que el benévolo chofer abrió para que subieran, la otra hoja queda clausurada por orden de la administración. Igual ocurre para bajar.

Cuando se inauguró el hospital Ameijeiras tenía puertas de cristales por cada costado de la instalación, pero solo una abría al público, el resto fueron condenadas por orden de la dirección. Aquel diseño original fue mutilado en su nacimiento, y al igual que en los ómnibus, la gente entraría como en zafarrancho de guerra atómica a la hora de visita, aplastando, exprimiendo y empujando.

Es una guerra bien planificada, nadie lo haría mejor, pero no se crean, solo es para medir el máximo punto de resistencia a que puede someterse un ciudadano sin necesidad de ser llevado a psiquiatría. Salud Pública lo debe contabilizar en sus estadísticas.

En una de esas largas y desovarionadoras colas a veces una suele decir malas palabras, perdón, lo que me lleva a pensar que después de todo es una suerte que exista en nuestro país aquella otra prohibición por la que no te dejan portar armas, sobre todo cuando veo que a nuestra juventud no le gusta ni un poquito hacer colas ni tan siquiera para ir a escuchar reguetón.