Esa "cosa" es lo que hace cantar al tomeguín del pinar

martes, 5 de noviembre de 2013

Me gustaría pensar que así será.

Complejo cultural Yara en la populosa esquina de la Rampa.
Elsie Carbó

Decirlo quiero. Me ha encantado el último post sobre la 3D de Elaine Díaz porque me destrabó mi memoria epistémica. Si, porque si vivía en Cumanayagua, un pueblo perdido en el mapa antes y después del acontecimiento, qué hacía yo a los doce años en La Habana mirando una película de esas que le dicen ahora 3D, y no han pasado la censura?

Le llamaban Tercera Dimensión y era el suceso más importante en el cine CMQ de la capital cubana, hoy complejo cultural Yara en la populosa esquina de la Rampa.

Mi padre me llevó por primera vez  a la capital por mi cumpleaños, pero lo que verdaderamente sí fue un gran regalo fue lo del cine, donde disfruté de una función en Tercera Dimensión con espejuelitos y todo. Como les cuento, era lo más novedoso de ese momento, los espejuelos te los daban a la entrada y gratis, eran de cartón muy bien recortados e imitando cristal, uno en verde y otro en rojo, en papeles transparentes que hacían que aquellos tigres  y leones salieran de la pantalla para devorarte mejor, mientras tú te contraías de miedo en la luneta, sin decir nada para que no pensaran que eras una guajirita cogía a lazo.

Esos espejuelos se los presté en los años 70 a Guillermo Lagarde cuando vine a estudiar periodismo en La Habana, él además de profesor y periodista, era un experto recolector de cosas curiosas que publicaba dominicalmente en su sección Desapolillando archivos en Juventud Rebelde. Y realmente le dedicó un emotivo comentario porque había sido atrapado también por la magia de aquella Tercera Dimensión en Radio Centro.

Entonces, bajo mis escasos conocimientos especializados en tecnologías pienso que lo que ví en aquella época pudiera ser la esencia, el embrión o el precursor de lo que ven hoy como 3D de alta definición jóvenes como mi nieta, que visitó una de esas salas privadas que han proliferado en el país al calor de las licencias o permisos concedidos por el gobierno, y no tengo que agregar mucho más, solo les digo que Claudia quedó transportada, tal y como me sucedió a mi en mi adolescencia.

Y como a veces no estoy entendiendo mucho o menos mucho, observo con preocupación que esos jóvenes se sienten ahora desconcertados al conocer el decreto ley que apareció prohibiendo las salas de cine particulares, lo que los deja un poco más al pairo para encontrar entretenimientos asequibles a su bolsillo, en una ciudad donde cada vez se encarece más el salir a pasear y los cines oficiales no pasan esas películas.

Para explicarle lo que yo misma no atino a comprender le digo que quizás la razón por la que hayan legislado tal dictamen sea la de volver al Yara con los últimos estrenos de 3D, y a precios bien razonables, tal y como lo hizo en su momento el cine de la CMQ con la Tercera Dimensión.


 Me gustaría pensar que así será.