Esa "cosa" es lo que hace cantar al tomeguín del pinar

domingo, 30 de diciembre de 2012

Yo vengo a ofrecer mi corazón, también en el 2013

Mi hijo Fernando debe haber hecho algún chiste
Escucho a Fito Paez y vuelo, no son muchas las cosas que diga, no me divierte estar sentada pensando lo que voy a escribir, es más bien oficio y bobería, pero me hago como que sé de todo y hablo con Fernan de cambiar esta nuestra casa, como dice el Fito, después de un buen almuerzo sin camarones ni calamares. La cuestión no es ser o estar, sino mantenerse despierto y contento, sin necesidad de ron o cerveza, aunque no venga mal cualquiera de las dos, según mi coterráneo Omar Rivero quien después de más de dos décadas sin saber de su vida hoy se bajó con una llamada por teléfono para insistir que el año que viene debemos hacer algo por vernos, si, claro, todavía aquí usamos eso, porque hasta su casa no ha llegado facebook.

Amigos pero en realidad todo esto es para inventarles una forma más bonita de desearles un feliz fin de 2012 y un próspero año nuevo. Cursi pero se lo ofrezco de corazón.

miércoles, 12 de diciembre de 2012

Transgresoras, profanadoras, vanguardistas



Desde el 2000, al menos, hay mujeres Iyaonifa en Cuba. Un tema que puso en pie de guerra al Templo Ifá Iranlówo, de Los Sitios, y la Sociedad Cultural Yoruba, de La Habana Vieja.
La noticia circuló en su momento de boca en boca en las calles habaneras y en las Casas de Santo. Ya la cosa cambió un poco, pero aún hay quienes refunfuñan, al igual como ocurre si de los derechos de las mujeres o de machismos se habla, porque tanto en la sociedad en su conjunto, o en las parcelas ocupadas por religiones, la mujer siempre ha sido preterida, minimizada y maltratada, en muchos casos; por eso es de enconada la lucha, se hacen congresos, reuniones, conciertos y leyes, el mundo va cambiando, gracias a la vida.
Este trabajo pudiera servir como reverencia para esa parte de la humanidad que le dice no al maltrato y a la violencia contra la mujer.

Foto: Franklin Reyes
Por Elsie Carbó

Nidia Águila de León es una mujer cubana que fue consagrada como sacerdotisa de Ifá en la religión Yoruba, o sea, Iyaonifa, que es como homologarlas al mismo rango de aquellos hombres que han recibido la investidura de babalawos o sacerdotes, un hecho que ha puesto sobre el tapete la remota polémica sobre si las mujeres pueden o no aspirar a esta condición, sin ser repudiadas y hasta señaladas como profanadoras de los mandamientos de esa religión.

Pero ¿quién puede ser esta mujer que supuestamente ha roto un dogma fundamental de la Regla cubana de Ocha, sin importarle el correspondiente castigo físico y espiritual que advierte el Consejo de Sacerdotes Mayores de Ifá?, ¿Por qué llegó hasta esta consagración y cómo se desenvuelve en su entorno familiar, social y devoto? Eso es, en definitiva, por humano y legítimo, lo más importante dentro del conflicto, sobre todo hoy en día cuando se desarrolla la batalla por la plena independencia y los derechos de la mujer.

Quizás Nidia Águila de León nunca imaginó la repercusión que su audacia suscitaría en muchas juntas de babalawos, y en líderes religiosos que no solo se circunscriben a Cuba, según dan fe ciertos documentos, tal y como le ocurriría en el pasado, a una Flora Tristán y otras tantas mujeres, que a lo largo de estos siglos se han erigido en luchadoras por la igualdad de la mujer, pero eso no importa tanto, lo fundamental es que Nidia está convencida de que con su acto no ofende a nadie, y continuará fiel a aquellas remotas tradiciones que los seguidores de los lukumises trajeron a esta parte del mundo, a pesar de los inconvenientes y reprobaciones que encarará por ser transgresora en una época liderada por hombres.

Sin intención de hablar de las razones que puedan tener las partes en pugna en sus alegatos y demandas, me inclino a pensar que eso de excluir a las mujeres fue a posteriori si vamos a lo que hay de proverbios y apostrofes en poemas como el Odú de Ifá, Otura-Iroso donde vemos que dice …Él fue avisado que las puertas de la casa de Orúnmila están abiertas para sus hijos e hijas y ninguno está impedido de cruzar el umbral…).

Nidia es una de tantas que ha izado la bandera, pero solo pretendo mostrar la esencia para que el lector tenga referencia de un tema que, como tantos, ya ha tomado las calles con algazara de noticia sin que se publique en la prensa oficial, y puede que ella ahora esté sentada en algún concilio secreto oficiando en la tirada de la Letra del Año que se nos viene encima para el 2013, porque nadie le impedirá ser protagonista de un hecho audaz y vanguardista, aún ante la mirada aturdida de los que han aprobado durante siglos al hombre como líder absoluto para oficiar.

LOS SITIOS

Nidia vive en la ciudad que Alejo Carpentier llamó de las columnas, pero que también puede ser denominada de las celosías, los portales, el saludo, el desgaste y la reparación, la familiaridad, la tristeza y la sombra, también el olor característico de los solares… En Los Sitios están casi todos los grandes monumentos y los vendedores de fritas, los comercios, los cuentapropistas y los conventos y las iglesias. Esa irrefragable vida humana.

Caminar por Los Sitios es andar por calles estrechas y desembocar en amplias plazas de arquitectura colonial e histórica, que alberga a más de un millar de edificios que se remontan al siglo XVI, pero para llegar al hogar de Nidia hay que olvidarse un poco de estas imágenes de la literatura y adentrarse en un antiguo inmueble, remontar escalones y recovecos hasta dar con la pequeña estancia interior, que muy poco concuerda con la visión romántica del escritor del siglo.

Mujer blanca, hermosa aún en su joven madurez, sin afeites ni lujos, no parece tener arrepentimientos o temores, a pesar de la carga emocional que implica tener a una parte de la comunidad creyente opinando que es una herejía su sacramento, y otra que lo considera como un acto consecuente y merecido.
Lo primero que me llamó la atención en Nidia fue su rostro sereno y paciente. El tono de su voz encuentra el punto exacto para hacerse escuchar, aunque en ella prima mucho más la timidez que alguna huella de protagonismo egocéntrico o provocador.

Es de breves respuestas y ademanes finos, no interfiere cuando otros me cuentan acerca de las vicisitudes y gozos enfrentados en la crianza de sus cuatro hijos, sin embargo toma la iniciativa para recordar que a los 18 años comenzó a tener conocimientos sobre la santería, a pesar de que sus padres no profesaban ninguna religión.

_Fue por mi esposo que abracé la fe, él sí venía de una familia creyente. Afirma.

Nidia es habanera, de pura cepa, como se dice popularmente, por eso no me costó mucho esfuerzo encontrar en los alrededores a personas que la conocieran desde su juventud. Amigos y amigas, vecinos cercanos, creyentes y ateos, que ven en ella a una mujer con un gran sentido de la solidaridad, al no negarle un favor a nadie, y mucho menos cuando sabe que alguien está necesitado o enfermo. Esa frase de buena gente, con que diferenciamos en buen cubano a ciertas personas que nos rodean, le viene como anillo al dedo.

_Hace trece años que me hice Yemayá. Dice Nidia, a quien la rodean dos de los cuatro hijos de su matrimonio, y ya de hecho estoy ante dos babalawos que viven bajo un mismo techo, Víctor Betancourt y ella, unidos no solo por las cosas cotidianas del amor, sino también por el trabajo religioso, situación que implica una modificación del pensamiento, porque lo que se consideraba imposible hasta hace poco, hoy, se ha revelado como un irreversible acontecimiento, aduciendo que este paso sitúa a Víctor en una posición insólita, al trabajar con una Iyaonifa en su propia casa.

¿Estamos tal vez en presencia de una revolución religiosa en el conglomerado de los yorubas?

Pregunto, y Víctor afirma que sí, que el hecho es trascendental e histórico, y me explica que con toda confianza delega en su esposa muchas funciones propias de su rango cuando él no puede estar presente.
Claro que después de Nidia han habido muchas cubanas y de otras latitudes que han recibido la consagración, en esto pudieran haber estadísticas.

¿Entraña esta derivación de funciones algún inconveniente entre la masa de creyentes?

_Quizás ahí se localicen algunos de los problemas que enfrenta una sacerdotisa de Ifá a la hora de trabajar, según me explica el propio Víctor, quien ejerce desde hace más de 20 años en ese culto, pues no hay una costumbre en la población practicante de ser consultada por una mujer y esto, desde luego, conduce a un distanciamiento, que en muchos casos puede ser temporal, si una vez que sean atendidos por ella salen satisfechos. Afirma.

_Son prejuicios que no vienen en la mayoría de las veces de los hombres, sino de las propias mujeres, que no aceptan ser registradas por otra mujer, porque hay un recelo al no existir antecedentes, refiere Nidia, y relata anécdotas recientes de personas que han llegado hasta ella por curiosidad, y que luego, espontáneamente, han hecho una buena labor de divulgación de su trabajo ante el resto de la población practicante que la mira desconfiada.

Recuerdo que el Consejo de sacerdotes de Ifá de la Sociedad Cultural Yoruba consideró a propósito de la iniciación de Iyaonifa en Matanzas, que las mujeres no deben ser engañadas haciéndoles creer que las han iniciado en los secretos profundos de Ifá, porque “el protagonismo en Ifá no está concedido a las mujeres”. Y fustigan a quienes violan estos mandamientos y lo mercantilizan.

Víctor me remite a una respuesta suya, posterior a ese artículo, donde expresa que existen muchos espacios vacíos dentro del sistema ritual en cuanto a conceptos y ceremonias, y postula, en otro párrafo, “que sus tendencias religiosas siguen las tradiciones de las regiones de Lagos, Ilé Ifé de Nigeria, y el sistema de trabajo de los descendientes de los lukumies del siglo pasado”. Agregando que en su templo “no han afectado ni económicamente, ni moralmente a nadie y mucho menos a los detractores, pues no ha existido ingerencia alguna en sus políticas religiosas”.

El factor económico siempre está presente en cada acto o ritual de la santería, aunque nunca se mencione, siendo para no pocos adeptos un incentivo apreciable el iniciarse en su membresía, por eso me es inevitable traerlo a colación ahora, bien porque es motivo de curiosidad en unos y objeto de señalamientos subversivos en otros,

¿Qué precio tiene que pagar una mujer por hacer Iyaonifa?

_Unos 7000 dólares pagó una venezolana que fue a Matanzas a recibir su consagración”. Afirma Víctor, pero eso está en dependencia también de otros factores, por ejemplo, hay personas que solo pueden ofrecer una merienda sencilla, porque no tienen más posibilidades, y todo se hace sin ningún problema, aunque sí hay que pagar las cosas que son obligatorias. Tampoco tiene que ser en moneda fuerte.

Pero ¿Cuál es el temor a que la mujer sea Iyaonifa?

_Existe temor en que haya un cambio socio religioso tradicional y se establezcan las normas docentes sobre un estudio metódico de Ifá, entonces la mayoría de los babalawos tendrían que buscarse su sustento en la agricultura, como sepultureros o cazadores de cocodrilos en la Ciénaga de Zapata, porque muchos están lucrando con las desgracias ajenas o engañando a una buena parte de los creyentes que acuden a ellos buscando apoyo. Dice Nidia.

Creo en que se puede luchar contra esas parcelas amuralladas y misteriosas donde se abroquelan clases, sectas o sociedades que esgrimen textos bíblicos, códigos secretos y sentencias orales milenarias, para impedir que la mujer logre una posición a la altura espiritual del hombre.

La diferencia radica en eso precisamente, en tener la sabiduría de buscar el momento y la energía para imponernos, algo que las mujeres hemos aprendido desde niñas como la tabla de sumar. Nidia sabe que aún como aquellas legendarias capitanas que encabezaron las guerras por los derechos y la igualdad de la mujer, a ella le esperan sorprendentes acontecimientos. Su cruzada contemporánea tal vez le exigirá grandes sacrificios en el futuro, pero puede sentirse satisfecha de que ya se hable con mayor flexibilidad sobre las mujeres sacerdotisas de Ifá en el mundo que le toca vivir.

Inexorablemente, nadie podrá detener el curso de la historia ni para ella, ni para las demás.

sábado, 8 de diciembre de 2012

Telaraña Foto de Elier de Hombre
Con esta hermosa imagen de mi amigo médico Elier de Hombre que anda por este mundo repartiendo salud, vuelvo a publicar esta semblanza noctámbula y adolorida acerca de LOS HOMBRES DE MI GENERACION, y no lo hago porque me lo hayan pedido, sino porque sí.

Por Elsie Carbó

Los hombres de mi época, por más que algunas pretendan echarle,
a pesar de sus complicaciones, ¡que lindos son!.
Ellos sin proponérselo encarnan el símbolo de ese tiempo irrefragable
con el cual aún soñamos y que, a veces, nos saca del colapso sin revividor.
Con sus adorables barrigas cerveceras, sus elegantes calvas
y sus indoblegables estreñimientos son todavía aquellos flamantes maridos
que un día quisimos tener, aunque hayamos perdido la cuenta de sus divorcios y desvaríos
y hoy en día solo tengan ojos para las niñas de los PRE.
Pero son vitales, ¡qué caramba! para nuestros intactos recuerdos,
cuando se aparecen de madrugada a la puerta de la casa
con la desvergonzada sonrisa del melancólico Humprey Bogart
y esa cara de yo no fui que siempre nos hace invitarlos a entrar.
Y es que a los que amamos una vez de verdad no les permitimos envejecer,
y son sus arrugas como un ignoto paisaje de Manuel Oliva
y su incipiente sordera una simpática manera de gritarles comebolas
cuando vamos sentadas a su diestra en el timón.
Los hombres de mi época son como inocentes niños,
a los que siempre perdonamos por esa intrínseca y maternal condición de mujer,
sin importarnos mucho si nos dejaron por una más nueva,
o te la pasearon frente a tus narices como una carroza de carnaval.
Esos hombres maravillosos en su tercera adultez,
que una vez fueron escritores sensuales, atractivos rebeldes,
seductores agentes secretos, brillantes economistas, victoriosos dirigentes
o subyugadores amantes de las FAR o el MININT todavía nos hacen suspirar.
Y es que poseen ese software de punta, añejo y conectable,
capaz de activarnos el disco duro de nuestras inconfesables memorias,
cuando nos tararean al oído un bolero de Panchito Riset o nos cantan ruborosos aquel Only you.
Ellos que gozaron como nadie aquella década maravillosa
de Globos Rojos y Nino Bravo, de Zafiros y Aznavour,
que coquetearon secretamente con Marilín Monroe, y Brigette Bardot,
que fumaron Luky Strake y bebieron Bacardí.
Ellos tampoco pueden olvidar.
Aunque los ataque el alzheimar y lo disponga el Partido,
porque somos de esa misma estirpe de imbéciles que, finalmente,
nos hemos pasado la vida entera buscando esa inefable nube rosada.
Con los ojos cerrados y sin saber que hay otra forma más sensata de poder amar.