Esa "cosa" es lo que hace cantar al tomeguín del pinar

sábado, 16 de mayo de 2020

Las Pymes



Por Elsie Carbó
ecarbo@enet.cu

Este comentario es una deuda que tengo con un quiosco, o quizás mejor dicho, con el agro mercadito en la esquina de Ayuntamiento y Tercera, en Nuevo Vedado, debido a las remotas críticas que una vez formulé ante la mala calidad de sus productos, las pocas ofertas y su aspecto descuidado y sucio durante algunos años, pero debo decir, en honor al seguimiento que los periodistas debemos darle a cuestiones de esta índole, que ya todo parece ser agua pasada, y hoy en ese lugar hay un espacio que satisface en gran medida la demanda de la población, con ofertas variadas, frescas y de excelentes atributos, gracias a la activa disposición de sus arrendatarios o Pymes, como suelen llamar a las pequeñas o medianas empresas de propiedad privada.

En este sitio concurre un gran público, de la localidad y de otros municipios, en su mayoría gente mayor o jubilados, pero diversos hechos incomprensibles obstaculizaron otrora su buen funcionamiento. Primero fue un lamentable abuso de precios que fue criticado en el periódico Trabajadores, luego llegó un mercado estatal, sin surtidos, ni calidad; después, otro cambio y otro más que no trajeron beneficios a la zona a pesar de los reclamos en las Asambleas de Rendiciones de Cuentas, unas veces por una cosa, otras porque la pérdida de la llave que abrían el local no aparecía, en fin, la cuestión es que solo el público, y no sus dirigentes o funcionarios sufrió estos zarandeos, y eso es imperdonable para un estado donde el pueblo debe ser lo primero. Esto a modo de recuento que siempre es bueno sacarlo a la luz para que la ineficiencia y las insensibilidades no sean más una constante en nuestras existencias.

Este nuevo rostro de la esquina de Ayuntamiento y Tercera se debe en gran medida al trabajo de los cuentapropistas que han hecho del quiosco un sitio diferente, como ya dije, ellos, además, han remodelado en la comunidad una nueva forma de acercamiento al público, con un trato adecuado y amable y un servicio de calidad en la oferta que brindan, lo que me hace pensar que esta comunidad al fin tendrá un servicio estable de mercancías de primera necesidad para el hogar, sin tener que recorrer otros mercados de la zona en busca de viandas, vegetales o frutas, para casi siempre regresar con las manos vacías, sobre todo en estos momentos que sufrimos una pandemia.

Realmente no sé si Carlos Marx auguró algo de lo que estamos viviendo en Cuba en estos momentos de crisis, ni cómo lo están analizando los especialistas en economía, pero sí sé que, si hay una buena producción de productos que llevar a la mesa del cubano de a pie, se puede resistir y paliar cualquier virus o crisis que aparezca, así de simple, sea promovido mediante un sistema económico privado o la gran empresa estatal, encargada de satisfacer y velar por el bienestar del pueblo, pero que, de hecho no ha podido, y ya es hora de dejar a los jóvenes libres para desplegar sus iniciativas y talentos, como los he visto en estos trabajadores por cuenta propia en el quiosco de Ayuntamiento y Tercera, y entonces, dejemos a otros combatir los malsanos peligros que nos amenazan desde el exterior, de siempre.

¿O es que acaso esos que alertan de los graves peligros que entrañan para el futuro poscoronavirus en el país darle alas al movimiento privado me podrían explicar si en todas estas décadas hemos tenido una industria estable o una producción agrícola satisfactoria? Quisiera saber, ¿a qué se debe que no encuentres en las tiendas del estado una simple llave de agua con calidad y que esté acorde con el bolsillo del cubano de a pie?, o ¿que esté ausente de las bodegas una pelada caja de fósforos para encender el fogón, y que los agromercados estatales, como el EJT, no tengan el debido surtido en productos? ¿Es que no hemos padecido lo suficiente en todas estas décadas de escaseces de todo tipo que nos han hecho recurrir a los famosos merolicos hasta para comprar “moñitos de vieja” para fregar, cuando no nos lo mandan de afuera algún familiar bondadoso? ¿Dónde están viviendo esos especialistas que están preocupados por el futuro nuestro y salen al ruedo invocando nuestras reservas patrióticas y nuestro sentido de heroicidad?

Como cubana y revolucionaria, que solo he tenido el privilegiado de haber trabajado 40 años en el maravilloso Juventud Rebelde, realmente me he sentido muy confundida con el artículo publicado por Granma el día 7 de mayo, quizás no estoy preparada para entender tan rebuscados planteamientos, donde aparecen el temor al empoderamiento de los cuentapropistas, el origen de sus financiamientos y la catástrofe que puede ocurrir en el socialismo por darle cabida a unas ideas de las cuales, hasta la malévola ideología obamista pudo interferir, en fin, caballeros y caballeras, hay mucha tela por donde cortar y los sastres están haciendo lo suyo, sin ofender a Carlos Luque, el autor de dicho artículo, con el cual me gustaría debatir cómo está paliando esta nueva crisis solo con la ayuda del sistema empresarial estatal o sus flamantes tiendas virtuales de nuevo tipo.

Supón entonces por un momento que el desarrollo de ese sector privado en Cuba, de pequeña y mediana escala económica, no sea un peligro para el socialismo nuestro, que sea todo lo contrario, si contribuye a ser un engranaje positivo y enriquecedor para el país, que fomente empleos y colabore a movilizar las fuerzas productivas, y disfrutaremos también de esa parte confortable que otros tienen, entonces darle luz verde no sería el punto en estos momentos para salir a machacarlo con esa soberbia literaria que no hace otra cosa que obstruir más la vida.

Si tal vez él es tan joven que no conoce del espíritu del cubano que siempre se ha batido por el ideal revolucionario que representó todo el sueño de su vida, es una pena, pero no es necesaria la arenga ni la simbología para este pueblo que es capaz de soportarlo todo, hasta de dar su vida, no digamos en Girón, por poner un ejemplo, sino en cualquier parte, como lo hacen ahora los médicos y las enfermeras, pero que también como humanos, merecen disfrutar la parte que le corresponde de esa prosperidad socialista, anunciada por ideólogos y estudiosos, en virtud de la fidelidad, abnegación, humildad y paciencia tenida,EE al soportar tantos años de inmovilismo.

sábado, 9 de mayo de 2020

La casa de todos los muchachos de Regla



 

Por Elsie Carbó
ecarbo@enet.cu

La curiosidad a veces nos lleva a asombrosos descubrimientos, y digo asombrosos, aunque no sea la palabra idónea, porque cuando ya algo se conoce no es noticia, al menos en nuestros medios, sin embargo, una tiene el derecho a sentir sorpresa aun cuando comprobemos una vez más que muchos de los escritores cubanos que decidieron irse del país han sido borrado de todas las listas de autores. 

Y en este caso, me estoy refiriendo al libro La casa de los muchachos de Regla, inspirado en la vida de Lydia y Clodomira, dos intrépidas muchachas inmersas en arriesgadas misiones revolucionarias, quienes, a pesar de perder sus vidas en el cumplimiento de esas misiones, poco se sabe sobre ellas o más bien, casi nada, como no sea ese testimonio escrito por Xiomara González Figueroa y Roberto Rodríguez Menéndez, publicado por la Editora Abril en la década de los ochenta.

¿Cuál es la razón entonces de que me asombre al no encontrar rastro alguno de esos libros, ni siquiera cuando le doy al buscador de dicha editorial? Pues es muy sencillo, hay al menos uno de los autores que está viviendo en los Estados Unidos, me refiero a Xiomara, el otro no sé su paradero, aunque su nombre no está señalado en rojo como el de ella, tal vez, ante el silencio que existe a su alrededor intuyo que se encuentre en Cuba.

Para quienes leímos el libro La casa de los muchachos de Regla en aquel entonces tuvimos un material biográfico excepcional y de primera mano que daba una verídica y hermosa idea de cómo fue la corta vida de estas jóvenes, quienes enfrentaron aventuras de leyendas, dignas hasta de ser llevadas al cine, por el coraje, la valentía y el romanticismo que las envolvía, mucho de eso está  todavía por escribirse y darse a conocer, lo digo, más porque observé de muy cerca todo el trabajo investigativo y cauteloso que realizó Xiomara González al entrevistar a los participantes de aquella gesta en el poblado de Regla y buscar elementos para armar aquellas historias, ella en ese entonces era periodista del periódico Juventud Rebelde y alternaba sus labores de reportera con el trabajo de campo para investigar sobre la vida de Lydia Doce y Clodomira Acosta.

Que libros como este podrían ser lecturas adecuadas para las jóvenes generaciones, que ignoran estos hechos de nuestra historia más reciente, no me cabe duda, independientemente del lugar donde sus autores hayan decidido vivir, porque en este caso, no volverlos a editar, censurarlos o sacarlos de librerías o catálogos no es precisamente un castigo para los exilados, más bien, pienso yo, el castigo es para quienes no tengamos acceso a esas lecturas, sobre todo los estudiantes. Yo al menos, me siento frustrada cuando no puedo encontrarlo en internet y no estoy segura que siquiera exista algún ejemplar en los quioscos de los libros viejos. Tampoco me conformo con la breve reseña que pone ECURED
“La casa de todos los muchachos de Regla. La misma madrugada en que Lidia Doce y Clodomira Acosta eran detenidas, cuatro jóvenes reglanos que estaban junto a ellas, saldaban su cuenta con la historia, de ellos y para ellos Xiomara y Roberto han escrito este libro”.