Esa "cosa" es lo que hace cantar al tomeguín del pinar

sábado, 4 de marzo de 2023

Ni quemo, ni echo a la basura, solo los reutilizo

 


Por Elsie Carbó
 
Yo misma me critico, me imputo y me detracto, pero siempre los hay más que yo, pérfidos que tiran los libros al contenedor de basura o hacen fogatas en los patios con lo mejor de los versos mundiales o de la literatura cubana. No es mi caso, a pesar de que los selecciono como quien los lleva al patíbulo un martes. Primero las novelas más pésimas, después las que menos me han gustado, le siguen los sonetos y los poetas que han perdido el camino, los que me caen mal, detrás pudieran estar aquellos que por densos, sentenciosos y poco creíbles no pasan de ser condenables… Luego de esa rematada selección, son separados por grupos, atendiendo a la calidad de la tinta y del papel, algo muy importante a la hora de ser reutilizados para absorber sustancias indeseables. Porque mientras más ecológicos sean hay menos posibilidades de que se redimensionen en tufillos insoportables que inunden cavidades insospechadas en cualquier inmueble suburbano. Son muy buenos los libros para suplir esas escaseces de papel higiénico sanitario que por culpa del insensato bloqueo se han perdido de nuestro entorno, tampoco hay periódicos viejos en los estanquillos del barrio, siempre culparé al bloqueo, no se espante, nadie lo puede odiar más que yo, ni maginar suficiente, pero lo descubrí mirando al vacío, e inocentemente preguntándome qué hacer con una montaña de libros empolvados y distantes que ya nunca más volveré a leer. Es criticable, lo sé, me flagelo a diario, pero puedo aceptarlo, total si ya he aceptado casi todo lo inaceptable que me rodea, qué más da un libro de menos cuando otros han ido a la hoguera inmutable y silenciosa solo porque su autor es un irrefragable peso pesao. Entonces ya pueden hacerme el funeral o el cumplido que me toca. Mi plan es justo, yo los reutilizo en tareas de sobrevivencia cotidiana, ah, pero tengo una salvedad, los amigos se quedan fuera, tranquilos, ya sean un éxito o un fracaso, la lealtad no tiene precio, ellos no hacen cola ni engrosan ningún grupo destinado a quedarse sin hojas, así van cada noche de diez en diez colocadas en fila india sobre la bandeja del gato, ya él lo sabe, ni una gota fuera del plato. Eso por lo menos hasta ahora, no sé si quizás mañana si aprieta el zapato, pero de ser así, sepan que me arrancaría también el corazón en pedazos.