Esa "cosa" es lo que hace cantar al tomeguín del pinar

domingo, 24 de agosto de 2014

Escribir bien...



 Lucrecia, al fondo, pantalón verde limón, narra un cuento para Dania y para mí (de pie) que luego publicará en FB


Por Elsie Carbó
email: grillosazules@gmail.com

Escribir, bueno escribir lo hace cualquiera, pero escribir bien, ya eso es otra cosa. De un tiempo a esta parte el lenguaje a cambiado sus formas, se han aceptados palabras que antes eran tomadas como “malas” despojándolas así de esa connotación nociva que se les daba antaño, por lo que introducir en un texto o una frase una de ellas catalogadas como depravadas -no voy a mencionar ahora- solo nos mueve a risa, porque si vamos a ver nosotros mismos fuimos los que las bautizamos en la hora en punto que inventamos el idioma, a ver, sino póngase usted a pensar, a quién se le ocurrió calificar de obsceno al vocablo pinga? Y no solo esa, hay una gama interminables de voces que hasta hace poco eran excomulgadas de cualquier párrafo sensible que se respetara, pero bueno no era el caso sacarlas a la calle, lo que quiero decir es que hay quien escribe muy bien a pesar de no estar reconocido en ninguna institución literaria ni haya tomado ningún curso intensivo para su aprendizaje.

Yo particularmente tengo algunas preferencias por personas que no siendo escritores famosos, ni conocidos mundialmente, ni tan premiados en concursos, son aquellos que cuando ponen un texto en Facebook, y ese es otro tópico en el que quiero ahondar, pues lo hacen con absoluta fluidez y desenfado, al punto que inmediatamente los lectores virtuales saben reconocer la calidad y la belleza y se lo hacen saber con el socorrido Me gusta. Porque contrario a lo que muchos piensan, los lectores inteligentes que entran a las redes para leer o actualizarse saben poner en su lugar lo que no sirve y lo que es legítimo.

A tres de esos genuinos tengo en mente, uno es José Miguel Fernández Nápoles quien vive en Elche, España y desde allá coloca unas sorprendentes crónicas llenas de esperanza y dolores. El otro es Amaury Pérez, a quien todos conocen como cantautor y casi nadie como narrador, y señores, eso que hizo durante un corto tiempo en Facebbok fue estupendo, narrar anécdotas personales es un ejercicio nada fácil para un autor, sobre todo si en esas peripecias no sales muy bien plantado, y ese era el caso, Amaury las contaba con la genialidad más premeditada del mundo, lástima que de un momento a otro se apagó el fuego, se fue y nadie se explica qué ocurrió, eso también ocurre en las redes, si nos habituamos a leer algo y de repente lo perdemos por obra de la gracia del propio sujeto nos quedamos sin respuesta por un tiempo.

Y la tercera persona es de reciente promoción, Lucrecia Cruz Romero, una señora del reparto Bahía conocida  por amistades, familiares y vecinos que ahora goza de un vasto público nacional e internacional a partir de que comenzó a publicar pequeños cuentos  jugando con sueños y realidades de su entorno cotidiano. Si analizas cada texto ves la maestría más depurada de principio a fin, sobre todo para dejarte boquiabierto con el cierre de asombro. Puede afirmarse que dejaría mal parados a muchos que ganan premios y publican en editoriales.
Quienes no se salvan son aquellos que no utilizan las redes para superarse y brindar un rato sugestivo y de consorcio virtual, algo que escasea en los medios oficiales, porque periódicos y revistas actuales se han convertido en repetidores de consignas y cada vez se alejan más de las narraciones personales porque su objetivo no es llegar a lo hondo del ser humano sino en demostrar que están arriba en cifras, parámetros y cumplimientos.

Siempre he pensado que una narración íntima, personal, sincera, sirve para encontrar similitudes, esperanzas y moralejas. Yo digo que es el ejercicio de la ñañoterapia pública mejor que podamos encontrar, excluyendo a aquellos que no cuentan con Internet, que es otro problema del que ahora no voy a hablar.

Ahora bien, escribir, ya lo dije, lo hace cualquiera, lo fundamental es que hay que tener siempre muy claro que solo con una dosis de alma e ingenio te sale estelar, tan estelar que una tiene en mente esa expresión cubanísima y rica en matices que dice,  ése tipo o tipa, escribe bien con cojones…