Esa "cosa" es lo que hace cantar al tomeguín del pinar

martes, 16 de julio de 2013

Cada historia, cada canción

El huracán y la palma es una hermosa canción de Sindo Garay pero no es muy difundida en nuestros medios, no obstante hay muchas personas que conocen una anécdota que hay sobre ella, a mí me llegó a través de Pedro Herrera, mi colega y amigo, a él, mediante otro amigo, creo que Odilio Urfé, en fin, cierto o no es muy simpática y a continuación se las cuento porque deja ver muy bien el caracter que se mandaba Sindo. Una vez un amigo, al que le pondremos José, lo llamó para que fuera a su casa a escuchar a sus tres hijas cantar El huracán y la palma, una de las composiciones ya famosas del laureado artista, a la que las jovencitas le habían hecho un pequeño arreglito musical. Sindo accedió y ese día llegó puntual a casa de José, colgó su sombrero en la percha y luego de oir el arreglo que le habían hecho a su canción, muy solemne se puso de pie agarró el sombrero y se dirigió a la puerta. Para ese entonces José sorprendido por la parquedad de palabras le preguntó: _¿Pero Sindo, te vas sin decir nada, qué te pareció cómo la cantan? A lo que Sindo le respondió: _!La pueden cantar como les salga de los cojones!

martes, 9 de julio de 2013

La vida es una aventura maravillosa

Esta frase es de Ricardo Cardet, el maestro de periodistas como solía él mismo llamarse, que fue mi profesor un par de veces allá por los inicios del 70, cuando Juventud Rebelde era una escuela y apadrinaba cursos que después, al graduar a los mejores, irían a sus respectivas regiones de origen a probar su verdadera vocación en la carrera. La prueba de fuego de cara a la vida para al final ingresar en la tan ansiada Universidad. De esos egresados son Soledad, Lázaro, Brizuela, Nelson o Amado quienes todavía pueden hacer el cuento, perdón si dejo afuera a alguien más, pero quería dedicarle un pequeño engome a Cardet, quién junto a Guillermo Lagarde, Ricardo Saénz y Orestes Cabrera también nos hicieron ver el periodismo como la aventura más maravilloso del mundo. Para Cardet un periodista se podía crear en un minuto. Pasado esos 60 segundos si no reaccionabas como él esperaba era mejor que te fueras para tú casa, que era lo mismo que regresar a tú provincia a sembrar flores, tal era la pasión que desenfrenaba en aquellas clases que nadie quería quedar fuera de su mágica palabra. No concebía que un aspirante a periodista no leyera un periódico o lo que es peor, ningún libro, por esa sola razón anulaba de sus clases a más de un pretendiente al título. Nunca me expliqué de dónde surgía aquella energía diabólica que exhibía el viejo Cardet dando una clase que, para muchos era de locura, pero para los que formábamos su grupo era la fascinación de un mundo lleno de imperfecciones y sueños que de alguna manera teníamos que ordenar. Creo que llenarnos de sueños fue su contribución más importante. Por eso quiero festejarlo de alguna manera, sobre todo hoy que se inicia el Congreso de los periodistas cubanos, y lástima, creo que entre ellos no exista alguien que lo haya tenido como maestro.