Esa "cosa" es lo que hace cantar al tomeguín del pinar

viernes, 24 de julio de 2020

Prohibido olvidar


Por Elsie Carbó
ecarbo@enet.cu

Ahora que esta pandemia nos ha acortado el tiempo y tendremos que acostumbrarnos a vivir de los buenos recuerdos, empiezo por pensar que no sería mala idea regalarnos algunos de aquellos detalles que una vez nos dieron emociones y felicidad, por las razones más diversas e impensadas, pero que. como dice el refrán callejero, no importa, a mí que me quiten lo bailao.

Transcurría la década de los ochenta y en un solar de Campanario sonaba la rumba con toda su potencia catapulteadora, como solo podía hacerlo aquel conjunto liderado por Giovanni del Pino, con Fariñas como cantante principal, Calixto Callaba entre ellos, o el magistral Pancho Quinto en los cajones, amén de otros estelares que sucesivamente iban integrando el conjunto Yoruba Andabo, como Chan o el Chory, ese mismo conjunto que hoy, renovado de sangre joven, pasea su repertorio en otras capitales.

Recuerdo que aquellos inicios no fueron siempre tan fáciles ni llenos de fama, como lo vemos hoy en la televisión, ellos tuvieron que pulirla duro y en grande, salir de los muelles para ganarse un nombre a fuerza de tocar y trasnochar en solares, fiestas paganas, o dedicadas a los santos.   Eran trabajadores portuarios en su mayoría, algunos como Giovanni que  venía de la marina mercante, otros, eran simples estibadores como Pancho, el Chory o Palito, pero los unía el sentimiento, ese íbiamo que los acompañaba siempre lo mismo en los grandes escenarios que en el plante abakuá. Quienes disfrutamos de aquellos soberbios conciertos solariegos podemos contar historias memorables, como aquel encuentro en el solar de Campanario con Harry Belafonte y Pablito Milanés, donde Fariñas ponía su voz para una diana antológica que desbordaba las paredes del enjuto callejón de Centro Habana. Nadie como ellos, irrepetibles, hermanados por la rumba a los cuatro costados, nadie que los haya visto grabando en La California para el cd Quién baila aquí, de Elio Ruíz y Tato Quiñones puede olvidar su fuerza y su cubanía, trenzado en esa policromía de vertientes donde entra el guaguancó, la Columbia o el ñaniguismo.

Muchos ya no están, pero recordar sus nombres es rendirles el homenaje a los amigos, son cosas de la vida, a las que quizás no nos acostumbraremos, pero ha quedado su esencia sobrevolando en los nuevos quintos, en las voces o en las claves, ayer un documental arrollando por las calles habaneras me trajo el olor de otros mares, otras rumbas y otros recuerdos, no me fijé en los maestros, si eran de Matanzas o San Isidro, de Atarés o Colón, lo cierto es que unos u otros,  tuvieron su momento, no una centuria ni un milenio, pero sí una década de oro donde los rumberos brillaron con una luz propia, y eso, quienes lo vivieron, lo llevarán para siempre en la memoria, también está prohibido olvidar.


sábado, 18 de julio de 2020

Venir a Cuba para mí fue un plan de Dios



 
Por Elsie Carbó
Ecarbo@enet.cu


Avelina Conceicao está a punto de graduarse en medicina. Ese maravilloso suceso ocurrirá a finales de este mes, y después ella partirá definitivamente hacia Benguela, su ciudad natal, de donde salió hace siete años para realizar el sueño de su vida, ser doctora.

Ella es una de los miles de jóvenes que Cuba ha preparado como médicos y que luego han regresado a sus países a ejercer la profesión.

“Los ideales que me llevaron a viajar fueron el poder aprender de quienes son expertos en la materia, los profesores cubanos de medicina, o sea la medicina cubana.” Son palabras de ella que expresan un profundo sentimiento de reconocimiento dicho con sinceridad. Ahora sus próximos pasos son continuar la especialidad en Benguela, casarse, tener hijos y llevar adelante su vida religiosa, que siempre ha estado activa como cristina católica donde quiera que esté, de ahí que asegure que venir a estudiar a Cuba fue un designio supremo.

Para la cultura de Benguela cada acto humano alcanza una explicación desde la perspectiva tradicional, con lo cual la inteligencia, el bienestar, el éxito en la vida, hasta la muerte, se relacionan con estos procesos, en su país, como en otros del continente africano, con economías emergentes, el peso de la cultura ovimbundo tradicional toma relevancia en todos los aspectos de la vida social.

Conversar con Avelina es fácil porque ha dominado con soltura y técnica el  español, algo a veces difícil para extranjeros que lleguen sin un conocimiento previo del idioma, quizás su cultura de base la ayudó, basta saber que su país fue sitio de residencia de esta etnia ovimbundo, de ascendencia bantú, que ocupa parte importante del centro–sur de Angola, y si sabemos que esta lengua es considerada de las más influyentes entre las múltiples lenguas nacionales de esta nación, no es extremo pensar que quienes la practican asimilen más fácilmente otras culturas foráneas.

Evangelina es una mujer fervorosa, para ella nada está al azar en su vida, ni el hecho de ser una excelente cocinera, amante del hip hop en sus ratos libres, y muy leal a las amistades, lo que se traduce en una hermosa vida, plena y repleta de oportunidades, donde la pirámide se asienta en la religión, luego viene la familia y después el llevar esperanza y salud a sus pacientes.
La familia ocupa el segundo lugar en mi vida”, lo dice con orgullo porque asegura que si está en Cuba es porque ellos dieron todo para que así fuera.
“Mi mamá es de la provincia de Huambo, y mi papá es de Benguela, igual que yo".
Y afirma que su madre es una mujer muy valiente, pues ha criado a cuatro hijos sola, además de sus hermanos, pues ellos son huérfanos desde muy chiquitos”.Agrega...

Son miles los jóvenes de África que han venido a Cuba a estudiar como parte de los acuerdos entre países amigos que se respetan, Evangelina es uno más de esos que se han esforzado para intercalarse en una cultura desconocida y ajena, que no siempre les resulta fácil o cómodo, sobre todo cuando a veces su gobierno demora sus cuotas de la ayuda monetaria y tienen que arreglárselas autofinanciándose como puedan.
“Cuando llegué en 2013 fui a vivir a Cojimar, un albergue, allí me quede hasta agosto de 2014 que fui para la ELAM, que también es un albergue para estudiantes y escuela de primer y segundo año, y me quede allí hasta Julio de 2016 que fuimos para la residencia Presidente Allende para comenzar el tercer año en el hospital Miguel Enriques.”
Claro que no siempre vivió albergada porque muchas veces, por la lejanía a los centros donde estudiaba encontró otros sitios para vivir rentada y acortar las distancias, lo que le dio un panorama más abarcador de la vida cubana, su idiosincrasia y sus costumbres, algo que para ella será, donde quiera que vaya, una experiencia perdurable que siempre irá con ella.

Su graduación ahora es su próxima meta, lo que le conceda el destino, aún es un secreto, pero tiene la fe que será ese lindo sueño que siempre ha llevado en el corazón.