Esa "cosa" es lo que hace cantar al tomeguín del pinar

miércoles, 23 de julio de 2014

El teatro Martí, nadie espera su pasado



Pensé que nunca jamás volveria a ver ede nuevo el interior de este teatro


Por Elsie Carbó
grillosazules@gmail.com

Todavía cuando el periódico Juventud Rebelde tenía su sede frente al capitolio se podía ir a las legendarias funciones del teatro Martí, que quedaba como quien dice, al doblar de la esquina. Por esa fecha siempre me gustaba asistir a alguna representación de entonces y luego reseñarlo para la edición cultural de la tarde, era fácil llegarme hasta allí al estar ubicado en un lugar accesible de la Habana Vieja y contar con un repertorio de buen ver, en un escenario bien equipado para actividades populares. Hasta que un buen día amaneció cerrado.

La cosa es que se prolongó por casi 40 años. Y confieso que pensé que iba a morir sin ver de nuevo aquel interior como de magia y respirar el olor de sus alfombras y cortinajes, en mi mente quedaba el recuerdo de sus columnas de hierro fundido, los pisos de mármol o los grandes espejos y las lunetas adosadas, pero no me quedé con las ganas, el domingo tuve mi acontecimiento. Fui al Teatro Martí, recién inaugurado gracias a la Oficina del Historiador de la Ciudad, más no tanto por ver la obra que presentaban sino por volver a pisar los escalones del pórtico de entrada y rememorar espejismos de lo que fue aquella remota época en La Habana.

Es lamentable que con tan pocas opciones para el entretenimiento sano se queden vacías las lunetas de un teatro

Tenía una profunda nostalgia y es natural, también todo esto viene acompañado porque echo de menos la presencia de alguno de los amigos que formaban parte del equipo de trabajo, hablo de fotógrafos como Baldrich, Expósito o Torreiro, quienes después de cada función se quedaban hasta muy tarde en la redacción del periódico esperando a que los negativos de las fotos se revelaran.

Es impresionante percibir el silencio que sobrevuela entre las luces de las gigantescas lámparas centrales y la magnificencia del detalle. Conmueve y da miedo. Sería la restauración colosal que colocaría al Martí entre los mejores de muchas capitales si no fuera por algunos detalles, se lo pondré más didáctico, imaginen que un mueble queda precioso después que lo manda a forrar, pero si coloca una guardia pretoriana para impedir que nadie se vuelva a sentar se pierde el efecto, me refiero al mobiliario de los vestíbulos, custodiados celosamente por las empleadas, que hace que una se pregunte qué función tienen entonces esas butacas? 

Otra cosa es la programación, de ahí que justifico el elenco Endedans, es ballet contemporáneo señores, poco conocido y difundido, que coloca al teatro como un laboratorio de muestreo alejado del mundanal ruido. Si lo que se quiere es evitar las aglomeraciones de público o el tumulto habría que pensar en otras formas de cómo evitarlo,  pues en un país donde los entretenimientos son cada vez  más caros y escasean, especialmente por la cantidad de cines y teatros cerrados, la gente acudiría siempre a pesar del aburrimiento que saben que sucederá de antemano..

El celo es bueno, digamos que es el tin de sal que le ponemos a la comida, solo un poco, lo de más es exagerar, sabemos que el pasado no regresa, ni queremos que suceda,  lo espléndido sería superarlo con talento y originalidad, y de eso sobra en este país para llevar de nuevo a este teatro a los éxitos de antaño, solo de pensar en una compañía como Opera de la calle actuando con tan excelente acústica como la que tiene actualmente el Martí es suficiente para que no se queden vacías tantas localidades, como ocurrió el domingo, a pesar de que la acomodadora me dijo que esas filas y balcones eran para los invitados especiales, aquellos que nunca vendrían, pero que siempre los estarán esperando.