Lucrecia, al fondo, pantalón verde limón, narra un cuento para Dania y para mí (de pie) que luego publicará en FB |
Por Elsie Carbó
email: grillosazules@gmail.com
Escribir, bueno escribir lo hace cualquiera, pero escribir
bien, ya eso es otra cosa. De un tiempo a esta parte el lenguaje a cambiado sus
formas, se han aceptados palabras que antes eran tomadas como “malas”
despojándolas así de esa connotación nociva que se les daba antaño, por lo que
introducir en un texto o una frase una de ellas catalogadas como depravadas -no
voy a mencionar ahora- solo nos mueve a risa, porque si vamos a ver nosotros
mismos fuimos los que las bautizamos en la hora en punto que inventamos el
idioma, a ver, sino póngase usted a pensar, a quién se le ocurrió calificar de obsceno
al vocablo pinga? Y no solo esa, hay una gama interminables de voces que hasta
hace poco eran excomulgadas de cualquier párrafo sensible que se respetara,
pero bueno no era el caso sacarlas a la calle, lo que quiero decir es que hay
quien escribe muy bien a pesar de no estar reconocido en ninguna institución
literaria ni haya tomado ningún curso intensivo para su aprendizaje.
Yo particularmente tengo algunas preferencias por personas
que no siendo escritores famosos, ni conocidos mundialmente, ni tan premiados
en concursos, son aquellos que cuando ponen un texto en Facebook, y ese es otro
tópico en el que quiero ahondar, pues lo hacen con absoluta fluidez y
desenfado, al punto que inmediatamente los lectores virtuales saben reconocer
la calidad y la belleza y se lo hacen saber con el socorrido Me gusta. Porque
contrario a lo que muchos piensan, los lectores inteligentes que entran a las
redes para leer o actualizarse saben poner en su lugar lo que no sirve y lo que
es legítimo.
A tres de esos genuinos tengo en mente, uno es José Miguel
Fernández Nápoles quien vive en Elche, España y desde allá coloca unas
sorprendentes crónicas llenas de esperanza y dolores. El otro es Amaury Pérez,
a quien todos conocen como cantautor y casi nadie como narrador, y señores, eso
que hizo durante un corto tiempo en Facebbok fue estupendo, narrar anécdotas
personales es un ejercicio nada fácil para un autor, sobre todo si en esas
peripecias no sales muy bien plantado, y ese era el caso, Amaury las contaba
con la genialidad más premeditada del mundo, lástima que de un momento a otro
se apagó el fuego, se fue y nadie se explica qué ocurrió, eso también ocurre en
las redes, si nos habituamos a leer algo y de repente lo perdemos por obra de
la gracia del propio sujeto nos quedamos sin respuesta por un tiempo.
Y la tercera persona es de reciente promoción, Lucrecia Cruz
Romero, una señora del reparto Bahía conocida por amistades, familiares y vecinos que ahora
goza de un vasto público nacional e internacional a partir de que comenzó a
publicar pequeños cuentos jugando con
sueños y realidades de su entorno cotidiano. Si analizas cada texto ves la
maestría más depurada de principio a fin, sobre todo para dejarte boquiabierto
con el cierre de asombro. Puede afirmarse que dejaría mal parados a muchos que
ganan premios y publican en editoriales.
Quienes no se salvan son aquellos que no utilizan las redes
para superarse y brindar un rato sugestivo y de consorcio virtual, algo que
escasea en los medios oficiales, porque periódicos y revistas actuales se han
convertido en repetidores de consignas y cada vez se alejan más de las
narraciones personales porque su objetivo no es llegar a lo hondo del ser
humano sino en demostrar que están arriba en cifras, parámetros y
cumplimientos.
Siempre he pensado que una narración íntima, personal,
sincera, sirve para encontrar similitudes, esperanzas y moralejas. Yo digo que
es el ejercicio de la ñañoterapia pública mejor que podamos encontrar,
excluyendo a aquellos que no cuentan con Internet, que es otro problema del que
ahora no voy a hablar.
Ahora bien, escribir, ya lo dije, lo hace cualquiera, lo
fundamental es que hay que tener siempre muy claro que solo con una dosis de
alma e ingenio te sale estelar, tan estelar que una tiene en mente esa
expresión cubanísima y rica en matices que dice, ése tipo o tipa, escribe bien con cojones…
1 comentario:
Gracias amiga: escribir, cantar, bailar o pintar son manifestaciones artística. Si bien es verdad que nacemos con cierta predisposición a ella, también es verdad que hay que cultivar. Claro que hay quien sale temblando de emoción de una exposición de pintura, otros no se enteran. Real vez la mejor forma de decirlo es que la verdadera belleza está en los ojos del que mira. Gracias
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