Por
Elsie Carbó
grillosazules@gmail.com
Los
cineastas de mi país habían perdido de vista un tema apasionante que no dudo sería
aplaudido por los públicos de todas las latitudes y premiado en todos los
cónclaves donde se presentara, pero finalmente el cineasta Fidel Oliva estrenó hace poco un documental bajo el título Desafío a los cielos, que trata de la historia de un héroe de la
aviación cubana que fue el primer
piloto en realizar la hazaña de sobrevolar el Atlántico en el año 1936,
saliendo desde un punto en Camagüey y aterrizando en Sevilla, España,
piloteando un avión monomotor de cabina abierta, y sin ninguno de los modernos medios de comunicación y navegación de que hoy disponemos. No he visto su documental pero conozco desde mi infancia la historia. Saludo a su creador por este gesto de justicia y fidelidad a la historia de este héroe desconocido.
Siempre pensé que de realizarse este filme con todos los
detalles de la vida de este hombre, su arriesgada proeza, e incluida su vida
personal, llena de romance y amor, estoy segura que se convertiría en un
clásico inolvidable como lo ha sido La bella del Alambra o quizás, la
vida de Bobby Fisher, ¿Por qué no? Sabemos que mientras unos y otros redoblan
esfuerzos por presentar los avatares contemporáneos de este país, con defectos
y virtudes, más de los primeros casi siempre, se pierde de vista el rico caudal
cinematográfico que se lograría si se narraran los contratiempos, osadías y valores
éticos de hombres como Antonio Menéndez Peláez, en su breve paso por la historia
de Cuba.
Yo
no había nacido aún cuando el famoso piloto se casó con la cumanayagüense Ofelia García Brugueras,
pero aquella boda dio tanto que hablar en el pueblo que su leyenda me tocó desde
los primeros años en que comencé a pasear por una de las calles del pueblo que lleva
su nombre, con atenta devoción escuchaba las anécdotas donde se relataban sus aventuras
surcando los cielos y dejándole caer manojos de flores a la novia en el portal de
su casa, y hasta me imaginaba que era el dueño de las nubes. Hasta hoy todo lo recuerdo como un reflujo lujoso donde el ídolo
atravesaba de nuevo el Atlántico en compañía de la fotografía de una linda
muchacha oriunda de Cumanayagüa, que lo esperaría por siempre sabiendo que
nadie nunca podría vencer la tenacidad con la que aquel teniente de la marina
enfrentaba cualquier propósito en su vida. Y así fue en cada uno de sus viajes solitarios
tratando de implantar los récords más
desconocidos del universo, siendo el primero en realizar la proeza de sobrevolar el Océano
Atlántico en el año1936, desde Camagüey hasta Sevilla, hasta que en 1937 lo
sorprende la muerte en Colombia.
Del
matrimonio de Peláez con la Ofelia nació un niño al que todos conocieron en
Cumanayagüa como el gallego Menéndez, que no hace mucho también falleció, lo recuerdo alto, delgado, locuaz, buen
amigo de todos en el pueblo, manejando camiones y otros vehículos, quizás el estigma de un padre poderoso como un
dios lo persiguió toda la vida por aquellas mismas calles que ellos
recorrieron tomados de las manos, en aquellos domingos de fiesta en que las familias se reunían a
conversar en el Prado. Antonio Menéndez Peláez había nacido el 4 de diciembre
de 1902 en Santa Eulalia de Riveras, eso es en Asturias, España, pero emigró a
Cuba con sus padres a los 14 años de edad, radicándose en la provincia de
Cienfuegos, a pocos kilómetros de Cumanayagüa, adonde realizaba viajes de recreo
hasta que un día conoció a Ofelia, con la que inició un noviazgo en medio de
sus preparativos para aquel legendario primer vuelo.
Peláez no
nació en Cumanayagüa pero se quedó desde muy temprano en la zona, y para muchos es considerado un paisano más en el
pueblo, hasta el punto que después que fuera aprobado aquel vuelo, que
partió de Camagüey con un despegue en 17 segundos y que fuera presenciado por
diez mil personas un domingo 12 de enero de 1936, para concluir en Sevilla a
las 5 y 25 pm del 14 de febrero, los cumanayagüenses lo celebraron en el parque
con un festejo que duró hasta entrada la noche, y hay quien afirma que alguien
puso flores ante la puerta de su amada Ofelia, enviadas a nombre del piloto desde
su avión, nombrado 4 de Septiembre, enmarcado como Lockheed Sirius 88.
Por eso
siento pena de que las nuevas generaciones no conozcan el legado de este audaz individuo que a pesar de los honores ganados, pues
las fuerzas armadas españolas lo condecoraron con la Cruz del Mérito Militar y
la Cruz del Mérito Naval, y el Ejército cubano le anunció desde La Habana su
ascenso a primer teniente, y se le impuso la más alta condecoración que se daba
en Cuba en esa época, la medalla Carlos Manuel de Céspedes, siempre me ha
parecido que fue y sigue siendo un héroe olvidado. Quizás una calle o algún busto
lo recuerden, pero la recordación se va extinguiendo con el paso de los años y
en las nuevas tecnologías se va perdiendo su rastro. Pienso que habría que
motivarlos de alguna manera, y una película quedaría para siempre en la
historia y los jóvenes sabrían que antes de ellos hubo hombres llenos de
romanticismo y valentía que protagonizaron acontecimientos que se consideran como
una de las páginas más gloriosas en la historia de la aviación cubana.
Solo una
idea de cómo fue ese primer vuelo que realizó Peláez completamente solo, es la
marca que hizo en el recorrido de más de 7000 millas, en 9 etapas, empleando
para ello 33 días, 10 horas y 20 minutos, a razón de unas 115 millas por hora y
en un tiempo total de vuelo de 61 horas. Esto lo convirtió en el primer aviador
de habla hispana en cruzar el océano Atlántico. La travesía más peligrosa, la
realizó después desde la ciudad brasileña de Natal hasta Dakar, capital de
Senegal, al norte de Africa, entre otras muchas que realizó en su corta vida, hasta
su muerte en ese accidente el 29 de diciembre de1937, en el aeródromo de Cali,
pocos minutos después de elevarse la Escuadrilla Panamericana conformada por
tres aviones de Cuba, que recorrería la América, desde Colombia. Su avión, el
Santa María, se precipitó a tierra, y los otros dos también cayeron envueltos
en llamas, Antonio Menéndez Pélaez y sus dos acompañantes murieron, así como el
resto de los cuatro cubanos que lo acompañaban, encajonados por el mal tiempo
entre las montañas, unos segundos después de despegar.
Por estos
días he escuchado que se estrenó el documental de Fidel Oliva en el cine, algo dijo la televisión, se habla del
piloto cubano y su épica hazaña, y saludo la iniciativa tanto como los propios familiares. Tal vez este film tenga la suerte de que se repita o la televisión lo estrene en uno de esos días. por lo pronto se que en algún lugar distante habrá otras conmemoraciones en diciembre, algún acto con motivo de su cumpleaños, justo y
merecido, después de tantos años de silencio e indiferencia. De lo que estoy
segura es que en Cumanayagüa siempre habrá flores para su evocación,
aunque ya Ofelia no esté en el portal de su casa para recibirlas como recuerdo
del eterno amor de su piloto amado.
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