Esa "cosa" es lo que hace cantar al tomeguín del pinar

miércoles, 8 de octubre de 2008

Los weblog del corazón

¿Y bueno para qué sirve un blog? Entonces me digo, pudiera ser un modo para matar el tiempo y contarle secretos a los amigos, también sirve de válvula de escape para esos días que está lloviendo y no puedes salir, o una manera de lucirte inventando palabras, y por último, la única manera de divertirte publicando los engomes que de otra manera no saldrían a la luz.

Como todas las cosas en la vida, un blog se convierte en un órgano de una misma, como un riñón o un músculo vital al que hay que ejercitar para que no se entuma, hasta se convierte en una adicción venérea, pero menos malandrina que el cigarro o el ron, porque solo inviertes ideas, fantasías y algo de chispa, nada de devanarte los sesos pensando cómo escribo tal o más cuál asunto sin que ofendas a nadie y quedar bien con dios y con el diablo, ambos incluidos a la vez.

Hay a quien le da por escribir de las memorias como hace la bloguera más vieja del planeta que recuenta cosas del pasado, de sus días en la España de Franco y la mezcla con su convalecencia en un hospital, me encanta esa mujer que a sus 95 años no pierde el ingenio ni la frescura.

Yo siempre aliento a mis amigos y amigas a que se hagan su paginita personal, y ya los colegas Juana Amaya y Amado de la Rosa están encontrando el punto exacto para disfrutar el blog, también Soledad que desde el primer momento publica esos textos que tenía guardados en gavetas y que tanto me gustan por su forma de transgredir criterios. Es que un blog es un blog en tanto no se demuestre lo contrario, un aliciente para las tardes de agosto en que no puedes bañarte tantas veces como quisieras porque se te gasta el gel.

Y si les digo que también sirven para el espiritual homenaje a esas personas queridas que hemos admirado a través de los años y de pronto nos enteramos que han muerto, como ocurrió con Ricardo Sáez, el respetable jefe de redacción de Juventud Rebelde de aquella década del setenta cuando un grupo de jóvenes iniciábamos el curso de periodismo, o Angel Baldrich, fotógrafo definitivo de mis bodas, bautizos y cumpleaños, de quien guardo los retratos de cientos de reportajes que juntos publicamos en el diario bregar por estos 38 años en la profesión.

Hay más, no quepa duda, porque para morirse solo hace falta un detallito, que no voy a repetir aquí por cursi y vilipendiado pero que tiene la sabiduría del conocedor de las yerbas, y eso demuestra una sola cosa, trigonométrica y algorítmica, como palabra de poeta cuando dijo que ya no somos los mismos, aunque a las nuevas generaciones poco le interese porque ya no creen en suspiros, eso sí, querrán el campo libre para publicar sus kromelladas, tal y como hicimos nosotros antaño, por eso, bienvenidos los campechanos weblogs de los que tengo la certeza que algún día sublevarán el espacio virtual, quizás con soportes menos rígidos y esteriotipados, pero siempre con ese aliento humano que solamente sale del corazón.

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