Por Elsie Carbó (Fragmento)
Nunca te imaginaste que terminarías tus gloriosos días convertido en un mendigo testarudo y vanidoso, que recorre cada madrugada las oscuras calles de La Habana Vieja arrastrando un miserable saco de yute, pesado y pestilente, sin más pertenencias que una enmohecida insignia prendida a tu vieja gorra y el inmemorial recuerdo de la mujer perdida, tu aldea africana y la guerrilla, porque aquella mañana en que escapaste del reparto San Agustín al frente de un ejército de ilusiones, terminabas para siempre con tu pasado terrenal para empezar a vivir la soledad de los vivos. Nunca más se supo de ti en ninguna parte, ni en el departamento de inmigración y extranjería, ni en las listas de viajeros que salen al mundo, ni en las morgues, ni en las cárceles. Para los seres que todavía te buscan eres un misterio sin resolver, y es que nadie podría sospechar que ese vagabundo que anda entre las desiertas cafeterías y los desmedrados bares nocturnos, echando en un bulto carmelita las aplastadas latas de cerveza, los envases plásticos y los restos de pizzas que dejan los borrachos sobre las mesas, pudiera ser aquel hombre valeroso que un día combatió gobiernos, comandó tropas, sufrió el exilio y recibió honores de héroe. Y tal vez es mejor así, las combinaciones del destino son irrefragables, sobretodo para los que sueñan con arreglar el mundo, y para aquellos que aún te buscan, es mejor que sigan pensando que ya estas muerto, así continuarás viviendo como un inmortal recuerdo en sus memorias, porque a veces, querido General, muy pocos están preparados para enfrentar la realidad de la vida.
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