Esa "cosa" es lo que hace cantar al tomeguín del pinar

miércoles, 8 de octubre de 2008

Otra forma de mirar a los hombres de mi generación

Elsie Carbó

Los hombres de mi época, por más que algunas pretendan echarle,
a pesar de sus complicaciones, ¡que lindos son!.
Ellos sin proponérselo encarnan el símbolo de ese tiempo irrefragable
con el cual aún soñamos y que, a veces, nos saca del colapso sin revividor.

Con sus adorables barrigas cerveceras, sus elegantes calvas
y sus indoblegables estreñimientos son todavía aquellos flamantes maridosque un día quisimos tener, aunque hayamos perdido la cuenta de sus divorcios y desvaríosy hoy en día solo tengan ojos para las niñas de los PRE.

Pero son lindos, ¡qué caramba! para nuestros intactos recuerdos,
cuando se aparecen de madrugada a la puerta de la casa
con la desvergonzada sonrisa del melancólico Humprey Bogart
y esa cara de yo no fui que siempre nos hace invitarlos a entrar.

Y es que a los que amamos una vez de verdad no les permitimos envejecer,y son sus arrugas como un ignoto paisaje de Manuel Oliva
y su incipiente sordera una simpática manera de gritarles comebolas
cuando vamos sentadas a su diestra en el timón.

Los hombres de mi época son como inocentes niños,
a los que siempre perdonamos por esa intrínseca y maternal condición de mujer,sin importarnos mucho si nos dejaron por una más nueva,
o te la pasearon frente a tus narices como una carroza de carnaval.
Esos hombres maravillosos en su tercera adultez,
que una vez fueron escritores sensuales, atractivos rebeldes,
seductores agentes secretos, brillantes economistas, victoriosos dirigenteso subyugadores amantes de las FAR o el MININT todavía nos hacen suspirar.

Y es que poseen ese software de punta, añejo y perdurable,
capaz de activarnos el disco duro de nuestras inconfesables memorias,
cuando nos tararean al oído un bolero de Panchito Riset o nos cantan ruborosos Only you.

Ellos que gozaron como nadie aquella década maravillosa
de Globos Rojos y Nino Bravo, de Zafiros y Aznavour,
que coquetearon secretamente con Marilín Monroe, y Brigette Bardot,
que fumaron Luky Strake y bebieron Bacardí.
Ellos tampoco pueden olvidar.

Aunque los ataque el alzheimar y lo disponga el Partido,
porque somos de esa misma estirpe de imbéciles que, finalmente,
nos hemos pasado la vida entera buscando esa inefable nube rosada.
Con los ojos cerrados y sin saber que hay otra forma más sensata de mirar el sol.

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