Esa "cosa" es lo que hace cantar al tomeguín del pinar

miércoles, 19 de noviembre de 2008

La Gloria anda por este blog

Una de estas noches en que para llamar al sueño me pongo a mirar la tele me sorprendió inusualmente un documental del realizador cubano Enrique Colina, hecho allá por los años 80 sobre perros bien amados y callejeros, que me encantó por su elaborada y simpática factura aunque no es este el motivo de mi comentario, sino el de referirme a Gloria Rolando, la asistente de producción de dicho documental, quien es ahora una de las pocas cineastas cubanas con que cuenta el país, y a quien admiro desde hace muchos años por su tenacidad, su valor, su modo de hacer cine y de querer reflejar la historia y también, por qué no decirlo, por los innumerables tropiezos y disgustos que enfrenta en el medio para echar a andar sus ideas y lograr sus proyectos. Digo esto porque pienso que si para los hombres, que son la mayoría en el ICAIC hay dificultades de todo tipo para las realizaciones, ¿qué decir para las mujeres, donde sobreviven subjetiva y objetivamente más prejuicios y menos opciones?

Con todo esto no digo que no se hayan destacado otras mujeres como cineastas, claro que no, y me viene a la mente Sara Gómez, la pionera, y es que siempre hay nombres que salen a flor de tribuna a la hora de enarbolar ejemplos como para que nadie piense que se trata de machismo radical o feminismo típico.

Pero con Gloria la cosa ha salido así desde los tiempos remotos en que fungía como asistente para documentales o películas, y en los que paso a paso se abrió un camino en el cual hoy puede exhibir varias obras de excelente factura y expresividad, a pesar de que no las premien ni en el concurso de la UNEAC llamado Caracol, que ya es decir mucho de un certamen que se precia de distinguir lo mejor del quehacer artístico.

Ahora recuerdo aquel documental de Rigoberto López titulado el Mensajero de los dioses, que tanta furia desató en los centros religiosos de los santeros, en donde conocí a Gloria, ahí la observé organizando, anotando, diligente y responsable en un ambiente de solaz y tambores donde nadie imaginaría que detrás de algún oricha o un altar habría una cámara filmando cada gesto o cada advocación.

Era la estación de los ocultamientos y la doble moral en ristre, en la que, como la canción de Adalberto, muchos iban a consultarse por la madrugada. Quizás ahí comenzaron sus aprensiones y su deseo de contar la verdadera historia de nuestra cultura de un modo diferente, y poder estrenar algunos años más tarde su primer y antológico documental que tuvo como figura principal a Lázaro Ross, la mejor voz akuona de todos los tiempos.

Luego vinieron otros que por sus virtudes pueden inscribirse en la historia de la filmografía cubana, porque el aprendizaje y el dominio de las raíces humanas, sean de donde sean, ha sido su punto de partida para poder hablar de un mundo ignoto y desconocido del cual solo hay atisbos imberbes en ciertos programas de nuestra tv, por no llegar a ser absolutista y abarcar hasta el ámbito de nuestra cinematografía contemporánea.

Si solo se tratara de sacar a la luz danzas y anecdotismos de esta amalgama mítico-religiosa que se da en esta parte de Las Antillas estoy segura de que no habría encontrado muros e insatisfacciones, pero ella desechó la parte folklórico-populista y fue siempre al fondo de las cosas, descubriendo al hombre y sus orígenes, sus conflictos, o las causas de sus desarraigos y sus miedos, siempre con ese hálito estético que enmarcan sus productos.

Entonces, decir que Gloria es por encima de todo una narradora de ese arte que se cuece en el encuentro de culturas afrocaribeñas no es menos cierto, pero también es una mujer muy valiente, porque en su obra sobrevuelan los presupuestos de esa rancia casta de personas a las que el mal tiempo de una época no les impone su sello fatal.

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