Esa "cosa" es lo que hace cantar al tomeguín del pinar

jueves, 9 de abril de 2009

Reminiscencias del pasado: El desmochador de palmas


Había una vez un desmochador de Palmas en Cumanayagua. ¿Palmiche o cocos? Me quedaba absorta observándolo desde el quicio del portal en su arte de escalar el tronco corrugado de las matas del jardín. A mis pocos años aún no podría imaginarme que estaba contemplando un oficio que después se convertiría en un dinosaurio.

Eran dos largas palmas que se juntaban en el moño y crujían con sorna ante alguna cuaresma santa. Las sogas enrolladas a la rodilla y el pie en el improvisado estribo le daban soporte a aquel cuerpo reseco de sol y pino macho.

Magdaleno no pasaría de los 40 años, aunque a mi me parecía un mundo de arrugas sobre las mangas de su piel. Nunca supe adónde vivía ni a qué lugar remoto llevaba los sacos de aquel palmiche que suavemente descolgaba hasta la hierba sobre la soga de henequén.

Sabía que al día siguiente le tocaría a la mata de coco del traspatio que se erguía custodiada entre el tamarindo y las cañas bravas, aunque con ella la cosa era distinta porque se elevaba altanera por encima del follaje como un vigía costanero en la punta de aquella loma donde vivíamos.

Lo miraba embelesada como el Tarzán de mis inseparables muñes. Nada lo amedrentaba, a nada le temía. Asumía gustoso la promesa de algunas monedas al final del trabajo como premio a su maestría. Había heredado el don ancestral de sus abuelos y lo exhibía como una magia que hoy, lamentablemente, se ha perdido del panorama campesino como tantos oficios que ya no tenemos. En fin, como ya dije, extinguidos como los grandes animales de la prehistoria.

Y justamente esta tarde pasan un reportaje en la televisión cubana sobre el pasado de un desmochador de palmas que, por su pintoresquismo y lo sarcástico de la manera en que lo presentan, me pareció que hacía referencia a algo arcaico y extravagante que nadie comprendería cómo pudo existir, y haberse ganado el sustento en este oficio.

Y en ese momento me pregunté, ¿es qué acaso han inventado otra forma de trepar a una mata de coco o de tumbar el palmiche? Pues que yo sepa, uno de los trabajos de campo que todavía no tiene sustituto designado es el de desmochador, al menos en esos parajes intrincados de la campiña donde es difícil que lleguen los equipos modernos con largos brazos mecanizados, entonces, ¿coincidiríamos en sentir cierta nostalgia por la desaparición de este oficio del paisaje cubano? ¿O nos uniremos a las corrientes actuales del pensamiento que lo han extirpado de los manuales por representar métodos obsoletos?

Realmente pienso que en la vida la continuidad de las cosas que siguen siendo útiles hay que alentarlas, enseñarlas y, por qué no? Bien pagarlas. Y no solo los tumbadores de palmiche o de cocos de agua, sino también aquellos que sacan los cangres de yuca a mano, por poner un ejemplo, digo yo.

1 comentario:

Lázaro Chávez dijo...

Si, es verdad que da mucha pena, pero al desmochador creo que lo han desaparecido; que no es lo mismo que desaparecer por adelantos tecnológicos. Y hasta los propios cerdos, echan de menos su actividad, porque con su involuntaria desaparición, los pobres puercos no recuerdan el sabor del palmiche.