Con permiso de Raquel Pérez utilizo una imagen suya, por suerte diría, es el testimonio gráfico de lo ocurrido |
Por Elsie Carbó
Siempre me ha parecido una gran tontería o farsa cotejada esos recibimientos desbordados de tragos, baile y música que se les brindan a los turistas al llegar a los aeropuertos, como que al parecer se necesitara ofrecer una pauta de las bonanzas o deleites que les esperan al adentrarse en lo profundo. No tengo muchos argumentos que dilapidar en contra de tales homenajes, sabido es y dicho sea de paso, que se practican en infinidad de países cuya fuente de riqueza se deben al turismo, y según tengo entendido, desde tiempos inmemoriales, o mejor dicho, desde que el turismo implica una poderosa entrada de dineros nada despreciable para la industria sin humo, pero es solo que en mi percepción tengo algunas discrepancias estéticas al presumir que la intensión se queda muchas veces por debajo de la puerta hacia la escena, o sea, mi predisposición se basa en disquisiciones personales que van desde los temas musicales seleccionados, que no sean siempre tan recurrentes, la falta de rigor en los vestuarios o el nulo rigor en los ensayos, que como se sabe, no son cuestiones de principios llegado el caso, pues la mayor parte de las veces pasan inadvertidos para noruegos o canadienses.
He dicho todo lo anterior, regodeando una idea que no es
invención mía, pero que en otro momento no me hubiera atrevido a publicar por
considerarla anodina y sin sentido, a pesar de que muchas veces me ha tocado la
incomodidad de verme sorprendida por un repiquetear de maracas en mi oído y una
Mamá Inés cantada a contrapelo sin aún sacudirme el polvo del viaje. Se trata
de una foto y un comentario que he visto publicados cuando el recibimiento al
crucero Adonia hecho por un grupo de muchachas vestidas de rumberas con la
bandera cubana.
Yo soy una mujer a la que no le gustan los extremos, ni
hacer juicios a priori o eliminar a alguien por no estar de acuerdo conmigo, ya
se trate del tema que sea, que para eso se han inventado las palabras y el
saber usarlas siempre ha sido un plato fuerte en nuestro universo, ahora con lo
que no puedo estar de acuerdo ni por una centésima de segundo es con la idea de
salir a la calle moviendo caderas envuelta en la misma bandera de los versos de
Byrne que hemos llevado infinitesimalmente a las tribunas. Me niego
rotundamente a aceptarlo, me niego como mujer, como periodista y como cubana, con todos mis años
de bregar en esta vida, no puedo entender a quién o
quiénes se les ocurrió esa nefasta idea, no puedo tampoco entender que quienes
cosieron esos vuelos, esas trusas, esos ajustadores no percibieran la
transgresión a que era sometida la bandera, ese símbolo tan nuestro y respetado, no puedo menos que indignarme
cuando veo el testimonio gráfico que por suerte tomó Raquel Pérez, publicada a tenor del excelente comentario
de la Pogolotti y reproducido en Cartas de Cuba. Me pregunto, cómo fue posible
que en nombre de la cultura o de abrirse al mundo, porque ese es el slogan, se cometan esas barbaridades? Cuál es el mensaje?
En el concierto de los Rolling Stone vi muchas banderas cubanas desplegadas o por encima de los hombros de muchos jóvenes, como esta foto que tomé y les estoy mostrando, pero la esencia era diferente, aquellos que decidieron llevarlas, independientemente de su noción de patria o país,sabían que sería el más auténtico homenaje a sus ídolos musicales. Pero esto de utilizar la bandera como vestuario ha roto todos los récord de banalidad, entendidos como normales o aceptables, al menos para mí, si alguien de los participantes en ese recibimiento tuvo la oportunidad de pesenciar este hecho podrá tener una idea más completa, pues además escucharía la música con la que bailaron las muchachas, que no me imagino fuera el himno nacional, desde luego, la recuerdan? Por favor, ustedes también pueden opinar...
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