Elsie Carbó
Hoy comí unos excelentes pasteles, y no eran de la panadería
del estado. Me gustaría poder decir que los pasteles que vende el estado en la
panadería de Panorama y Lombillo son iguales o mejores que los que oferta el
cuentapropista en su carretilla, a quien
le compré unos pastelitos riquísimos, que se deshacen en la boca, son suaves y
tienen suficiente dulce de guayaba como para que te comas una docena, pues valen
solo un peso en moneda nacional, pero no puedo decirlo.
Y es que la calidad
de un producto es la que lleva al consumidor a preferirla. Sin embargo, ahí es
dónde está el meollo de la cuestión, porque a dureza y resistencia no hay
pastel que le gane al de Lombillo y Panorama, además de la ausencia de la
guayaba, me pregunto: Es que acaso los ingredientes no son los mismos? Cómo puede
un pastel perder su textura y razón de ser en manos de los expertos dulceros, que
hasta han sido seleccionados trabajadores vanguardia en su unidad? No digo que
ese centro de elaboración no cumpla con sus normas o mal utilice los productos
que tiene para trabajar, pero de que no le salen como es debido los pasteles es
una gran verdad que solo la pueden desmentir ellos mismos mejorando la oferta.
Y precisamente en estos momentos en que se
está remodelando o sistematizando el asunto de las licencias a los
cuentapropistas, según se dice para acabar con las ilegalidades y otras yerbas
malas que se propagan, yo me digo, si
también esos acomodos llegaran al sector estatal para mejorar la calidad de lo
que nos venden sería una maravilla, porque a pesar de que ya nos hemos
acostumbrado a la chapucería y a la mala presentación de los productos, cuando
nos encontramos con un buen pastel todavía sabemos inmediatamente dónde está la diferencia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario