Elsie Carbó
grillosazules@gmail.com
Leí el artículo Imágenes que desgarran, publicado por Osviel Castro Medel en
Juventud Rebelde (http://www.juventudrebelde.cu/printed/2017/11)
y
que ha levantado una serie de opiniones entre muchos lectores, algunos a favor,
otros en contra, y realmente el tema tiene varios aspectos de interés si vamos
a ver, porque es cierto que es condenable una grabación de imágenes que dañen
la estabilidad emocional del público utilizando la era de las tecnologías, pues
soy de las que paso página rápidamente cuando me enfrento a alguna aberración
de esas que andan circulando en internet, pero siempre pienso que más
condenable es quien las perpetra, y sobre los pasos de ellos hay que estar
atentos, pues se sabe que muchas veces gracias a una imagen se han capturado pedófilos
y asesinos en serie, ahora me quiero remitir a un caso publicado por Medel sobre
el individuo que cometió un acto monstruoso con un animal indefenso, y que fue
grabado. El periodista lo describe así: “…un malvado, riéndose, tomaba entre
sus manos un gato vivo y, mordida a mordida, lo devoraba casi hasta los huesos.
Tal monstruosidad no ocurrió en el
extranjero ni en una película de caníbales sino en esta geografía, no lejos del
sitio desde donde redacto estas…”
Entonces, a quién yo condenaría no es solo al que grabó
el video, sino y con más fuerza al que lo perpetró. Se sabe por estudios científicamente
avalados que la mayoría de los asesinos y violadores han empezado su vida
activa torturando, violando y matando animales, como ese mismo señor que señala
Osviel en el video, o aquellos que en Manzanillo pusieron a un perro en una
caja y luego lo quemaron vivo ante la vista de todos en la calle, las imágenes
no se producen solas, son un producto de hechos consientes de los seres humanos,
y por eso hay que saber qué imágenes vamos a combatir, porque no son iguales
las que se graben de un accidente, que siempre serán dolorosas, o aquellas que han sido preparadas con plena antelación
y conciencia por sus ejecutores, pero lo cierto es que ver un crimen en calma es
casi como cometerlo, en mi opinión esa grabación u otras de igual o parecido
contenido servirían para ir detrás de los sicópatas que operan libremente en su
nefasto mundo de maldad, y que en cualquier momento pueden afligirnos a nosotros
o algún miembro de nuestra familia o amigos, en el menor de los daños. Fui de
las que apoyé las denuncias que hizo el periodista Giordan Rodríguez Milanés desde Manzanillo
contra los delincuentes que llevaron a cabo la quema del perro y su posterior
grabación porque creo que poniéndolos en la picota pública es una la forma que
tenemos de luchar contra aquellas actitudes antisociales, de las que aún la
policía no se ocupa porque no existen leyes que las sancionen como es debido, aunque
lo ideal sería no solo el uso de las redes sociales sino nuestra prensa, de la
que pienso que juega un papel decisivo cuando denuncia estos crímenes, y un
buen ejemplo es lo publicado por el periódico 5 de Septiembre sobre el caso de
la joven violada y asesinada en Cienfuegos. La repulsa social contra los
delincuentes fue contundente, pero si se ignoran los hechos pensando que el
periodismo es solo para resaltar lo divino y lo bello de la flor nunca podremos
ganarle la partida a los sinvergüenzas.
Es un buen análisis del periodista Osviel pero hay que
seguir la investigación, la pista digamos, vamos a implicarnos también, no nos
podemos solo contentar con criticar y alertar a esos jóvenes, y no tan jóvenes,
que utilizan las nuevas tecnologías para recrear actos deleznables y a veces
delictivos que dañan la espiritualidad de los ciudadanos. El periodismo es
tocar fondo, descubrir, hacer justicia, mostrar quiénes son los enemigos de
nuestra tranquilidad social, aquellos que destrozan nuestro entorno, los que
conspiran contra la belleza de la naturaleza, los que desgarran y matan, los
que roban o mienten... Hay que desenmascarar a los posibles asesinos y
violadores que a veces salen a la luz, para deleite de su ego, en un doloroso video
de crueldad animal.
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