Por Elsie Carbó
grillosazules@gmail.com
Hoy he visto a Elio Menéndez, gran amigo, colega de trabajo en la página
deportiva del diario Juventud Rebelde, del cual ambos somos casi fundadores y
por supuesto, también jubilados, el profesor de tantos y tan variados alumnos
que en los setenta llegamos al equipo con la maleta llena de ilusiones y
esperanzas, tal vez en estos momentos no sabría ubicarlos, no sabría porque muchos
ya no están físicamente, como Eddy Martin,
Eliecer Méndez, Rolando Crespo… Otros, como
Iván López, Raúl Arce, Bayolo… continúan con sus vidas en otras partes de este mundo
De Elio, a pesar de algunos homenajes tardíos o distinciones
memorables casi nadie sabe mucho, sobre todo los que inauguran la crónica
deportiva con su impetuosidad de recién graduados, no saben que no pasaba un
día de los tantos que dedicó a escribir, que no investigara los estilos y las mañas
de aquellos que lo precedieron en los periódicos nacionales y locales, es decir
los extintos La Marina, El Mundo, el
País, porque como él decía,” son las mejores fuentes para despertar la mente
dormida”.
Por frases como esa me aficioné a los giros y las metáforas
de Eladio Secada, a quién él consideraba un clásico del periodismo en general,
no solo del deportivo, donde su palabra era código en una época donde para
imponerse no valían certificados o diplomas universitarios, pues casi todos
eran autodidactas como él, sino a golpe del talento avalado por una avasalladora
opinión popular. Se sabía que cuando el diario La Marina insertaba en sus
planas un comentario sobre boxeo o pelota de Eladio, ese día la tirada había
que aumentarla porque ya de salida inmediatamente estaba agotada. Y algo
similar debió ocurrir cuando Elio comentaba sobre un partido o una pelea que
generaba porfía, la gente esperaba el vespertino a las puertas de Prado porque eso sucede
cuando se trata de periodistas que prestigian la prensa, cualquiera que sea el
medio, si ya solo con decir el nombre esa identidad es ley.
Cada generación tiene
sus ídolos, y ese es, entre otros, alguno de los de Elio Menéndez, de su pluma
han salido las más impresionantes crónicas sobre los boxeadores cubanos y
extranjeros de todos los tiempos,
también los más inquietantes comentarios, que a los decidores del momento causaba
alarma ante un juicio demasiado contraproducente para algún poderoso de la
cúpula del INDER que, como todos saben, rige el deporte en el país, pero Elio antepuso
a la pasadera de mano o el quedar bien con los de arriba, la verdad a toda
costa aunque esa verdad le costase muy cara, como casi siempre ocurre, si de
opinar sobre la comisión nacional, por ejemplo, se trata.
Pero resulta muy grato abrazarlo. Mi encuentro de hoy no fue,
como supondrán, ni en la sala Kid Chocolate, ni en el estadio Latinoamericano, donde
tantas veces coincidimos. Sentí mucha alegría, la misma entrañable emoción y el cariño de
aquellos años vividos, los mismos sentimientos que están más allá del olvido y
las circunstancias. Nos encontramos, a esta altura del campeonato, en la puerta
del policlínico de Plaza.
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