Esa "cosa" es lo que hace cantar al tomeguín del pinar

lunes, 6 de julio de 2015

Crónica para un entrañable amigo




Tiene algunos años, fue tomada por Orozco en 1977 en la Asamblea de repartición de viviendas de Alamar. Elio fue el primero en felicitarme, la guardo entre mis recuerdos fotográficos más valiosos de mi archivo sentimental


Por Elsie Carbó
grillosazules@gmail.com

Hoy he visto a Elio Menéndez,  gran amigo, colega de trabajo en la página deportiva del diario Juventud Rebelde, del cual ambos somos casi fundadores y por supuesto, también jubilados, el profesor de tantos y tan variados alumnos que en los setenta llegamos al equipo con la maleta llena de ilusiones y esperanzas, tal vez en estos momentos no sabría ubicarlos, no sabría porque muchos ya no están físicamente,  como Eddy Martin, Eliecer Méndez, Rolando Crespo… Otros, como  Iván López, Raúl Arce, Bayolo… continúan con sus  vidas en otras partes de este mundo
De Elio, a pesar de algunos homenajes tardíos o distinciones memorables casi nadie sabe mucho, sobre todo los que inauguran la crónica deportiva con su impetuosidad de recién graduados, no saben que no pasaba un día de los tantos que dedicó a escribir, que no investigara los estilos y las mañas de aquellos que lo precedieron en los periódicos nacionales y locales, es decir los extintos La Marina, El Mundo,  el País, porque como él decía,” son las mejores fuentes para despertar la mente dormida”.
Por frases como esa me aficioné a los giros y las metáforas de Eladio Secada, a quién él consideraba un clásico del periodismo en general, no solo del deportivo, donde su palabra era código en una época donde para imponerse no valían certificados o diplomas universitarios, pues casi todos eran autodidactas como él, sino a golpe del talento avalado por una avasalladora opinión popular. Se sabía que cuando el diario La Marina insertaba en sus planas un comentario sobre boxeo o pelota de Eladio, ese día la tirada había que aumentarla porque ya de salida inmediatamente estaba agotada. Y algo similar debió ocurrir cuando Elio comentaba sobre un partido o una pelea que generaba porfía, la gente esperaba el vespertino  a las puertas de Prado porque eso sucede cuando se trata de periodistas que prestigian la prensa, cualquiera que sea el medio, si ya solo con decir el nombre  esa identidad es ley.
 Cada generación tiene sus ídolos, y ese es, entre otros, alguno de los de Elio Menéndez, de su pluma han salido las más impresionantes crónicas sobre los boxeadores cubanos y extranjeros  de todos los tiempos, también los más inquietantes comentarios, que a los decidores del momento causaba alarma ante un juicio demasiado contraproducente para algún poderoso de la cúpula del INDER que, como todos saben, rige el deporte en el país, pero Elio antepuso a la pasadera de mano o el quedar bien con los de arriba, la verdad a toda costa aunque esa verdad le costase muy cara, como casi siempre ocurre, si de opinar sobre la comisión nacional, por ejemplo, se trata.
Pero resulta muy grato abrazarlo. Mi encuentro de hoy no fue, como supondrán, ni en la sala Kid Chocolate, ni en el estadio Latinoamericano, donde tantas veces coincidimos. Sentí mucha alegría,  la misma entrañable emoción y el cariño de aquellos años vividos, los mismos sentimientos que están más allá del olvido y las circunstancias. Nos encontramos, a esta altura del campeonato, en la puerta del policlínico de Plaza.

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