El artículo que aquí les comparto fue publicado en el
ya lejano 2005. Sin embargo, dado el asombro con que se ha tomado la existencia
de mujeres Iyaonifá o babalawos en Cuba, considero importante azuzar el debate, y de
paso indagar qué ha sido de la protagonista de esta historia, ahora al calor de
debates actuales sobre el no sacrificio de animales en los rituales religiosos,
tema del que hablaré próximamente.
Por Elsie Carbó
…Él fue avisado que las puertas de la casa de Orúnmila
están abiertas para sus hijos e hijas y ninguno esta impedido de cruzar el
umbral… (Proverbio de un poema del Odú de Ifá, Otura-Iroso)
Transgresoras, profanadoras o vanguardistas. Desde el
2000, al menos, hay mujeres Iyaonifá en Cuba. Un tema que a puesto en pie de
guerra al Templo Ifá Iranlówo, de Los Sitios, y la Sociedad Cultural Yoruba, de
La Habana Vieja. La noticia circula de boca en boca en las calles habaneras y
en las Casas de Santo. ¿Tendrán los babalawos que buscarse otro trabajo?
Algunos prefieren pagar en dólares.
Nidia Aguila de León es una mujer cubana que ha sido
consagrada como sacerdotisa de Ifá en la religión Yoruba, o sea, Iyaonifá, que
es como homologarlas al mismo rango de aquellos hombres que han recibido la
investidura de babalawos o sacerdotes de Ifá, un hecho que ha puesto sobre el
tapete la remota polémica sobre si las mujeres pueden o no aspirar a esta
condición, sin ser repudiadas y hasta señaladas como profanadoras de los mandamientos
de esa religión.
Pero ¿quién puede ser esta mujer que supuestamente ha
roto un dogma fundamental de la Regla cubana de Ocha Ifá, sin importarle el
correspondiente castigo físico y espiritual que advierte el Consejo de
Sacerdotes Mayores de Ifá?, ¿Por qué llegó hasta esta consagración y cómo se
desenvuelve en su entorno familiar, social y devoto?. Eso es, en definitiva,
por humano y legítimo, lo más importante dentro del conflicto.
Quizás Nidia Aguila de León nunca imaginó la
repercusión que su audacia suscitaría en muchas juntas de babalawos, y en
líderes religiosos que no solo se circunscriben a Cuba, según dan fe ciertos
documentos, tal y como le ocurriría en el pasado, a una Flora Tristán y otras
tantas mujeres, que a lo largo de estos siglos se han erigido en luchadoras por
la igualdad de la mujer, pero eso no importa tanto, lo fundamental es que Nidia
está convencida de que con su acto no ofende a nadie, y continuará fiel a
aquellas remotas tradiciones que los seguidores de los lukumises trajeron a
esta parte del mundo, a pesar de los inconvenientes y reprobaciones que
encarará por ser transgresora en su época.
Sin intención de hablar de las razones que puedan
tener las partes en pugna en sus alegatos y demandas, por ser algunas de orden
religioso, solo pretendo mostrarlas en su esencia para que el lector tenga
referencia del tema que ya ha tomado las calles con algazara de noticia, porque
Nidia ha protagonizado un hecho audaz y vanguardista, ante la mirada de los que
han visto durante siglos, oficiar como líder solo al hombre.
Ella sabe que está en el centro de un conflicto que ha
puesto en pie de guerra a dos ramas de la santería cubana, la Sociedad Cultural
Yoruba, en La Habana Vieja y el Templo Ifá Iranlówo, de Los Sitios, adonde
pertenece, pero piensa que su espíritu no flaqueará ante lo que le depare el
futuro, porque confía en que ambas entidades tienen el derecho a discrepar, a
decir lo que piensan y a llegar, por medio de análisis y reflexiones, al camino
más sensato en la búsqueda de lo justo y lo más honrado para la religión que
profesa desde hace 24 años.
LOS SITIOS
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Nidia vive en la ciudad que Alejo Carpentier llamó de las columnas, pero que también puede ser denominada de las celosías, los portales, el saludo, el desgaste y la reparación, la familiaridad, la tristeza y la sombra, el olor de los solares… En ella están casi todos los grandes monumentos y los vendedores de fritas, los comercios, los conventos y las iglesias, los parques, las sombrillas, las arcadas, esa irrefragable vida humana.
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Nidia vive en la ciudad que Alejo Carpentier llamó de las columnas, pero que también puede ser denominada de las celosías, los portales, el saludo, el desgaste y la reparación, la familiaridad, la tristeza y la sombra, el olor de los solares… En ella están casi todos los grandes monumentos y los vendedores de fritas, los comercios, los conventos y las iglesias, los parques, las sombrillas, las arcadas, esa irrefragable vida humana.
Caminar por Los Sitios es andar por calles estrechas y
desembocar en amplias plazas de arquitectura colonial e histórica, que alberga
a más de un millar de edificios que se remontan al siglo XVI, pero para llegar
al hogar de Nidia hay que olvidarse un poco de estas imágenes de la literatura
y adentrarse en un antiguo inmueble, remontar escalones y recovecos hasta dar
con la pequeña estancia interior, que muy poco concuerda con la visión
romántica del escritor del siglo.
Mujer blanca, hermosa aún en su joven madurez, sin
afeites ni lujos, no parece tener arrepentimientos o temores, a pesar de la
carga emocional que implica tener a una parte de la comunidad creyente opinando
que es una herejía su sacramento, y otra que lo considera como un acto consecuente
y merecido.
Lo primero que me llamó la atención en Nidia fue su
rostro sereno y paciente. El tono de su voz encuentra el punto exacto para
hacerse escuchar, aunque en ella prima mucho más la timidez que alguna huella
de protagonismo egocéntrico o provocador. Es de breves respuestas y ademanes
finos, no interfiere cuando otros me cuentan acerca de las vicisitudes y gozos
enfrentados en la crianza de sus cuatro hijos, sin embargo toma la iniciativa
para recordar que a los 18 años comenzó a tener conocimientos sobre la
santería, a pesar de que sus padres no profesaban ninguna religión.
_Fue por mi esposo que abracé la fe, él sí venía de
una familia creyente. Afirma.
Nidia es habanera, de pura cepa, como se dice
popularmente, por eso no me costó mucho esfuerzo encontrar en los alrededores a
personas que la conocieran desde su juventud. Amigos y amigas, vecinos
cercanos, creyentes y ateos, que ven en ella a una mujer con un gran sentido de
la solidaridad, al no negarle un favor a nadie, y mucho menos cuando sabe que
alguien está necesitado o enfermo. Nada, que lo resumen todo con esa frase de
buena gente, con que diferenciamos en buen cubano a las personas que nos
rodean.
Vive en ese mismo edificio de la barriada de Los
Sitios desde que se casó hace 24 años con Víctor Betancourt, babalawo, y
presidente del templo Ifá Iramlówo, en la misma zona.
_Hace trece años que me hice Yemayá. Dice Nidia, a
quien la rodean dos de los cuatro hijos de su matrimonio, y ya de
hecho estoy
ante una pareja de babalawos que vive bajo un mismo techo, unida no solo por
las cosas cotidianas del amor, sino también por el trabajo religioso, situación
que implica una modificación del pensamiento, porque lo que se consideraba
imposible hasta hace poco, hoy, se ha revelado como un irreversible
acontecimiento, aduciendo que este paso sitúa a Víctor en una posición
insólita, al trabajar con una Iyaonifá en su propia casa.
¿Estamos tal vez en presencia de una revolución
religiosa en el conglomerado de los yorubas? Pregunto, y Víctor afirma que sí,
que el hecho es trascendental e histórico, y me explica que con toda confianza
delega en su esposa muchas funciones propias de su rango cuando él no puede
estar presente. Y aclara además, que Nidia no es la única cubana que ha
recibido esta consagración. Añade que también “este año una venezolana fue a
Matanzas a hacer Iyaonifa”.
¿Entraña esta derivación de funciones algún
inconveniente entre la masa de creyentes?
_Quizás ahí se localicen algunos de los problemas que
enfrenta una sacerdotisa de Ifá a la hora de trabajar, según me explica el
propio Víctor, quien ejerce desde hace más de 20 años en ese culto, pues no hay
una costumbre en la población practicante de ser consultada por una mujer y
esto, desde luego, conduce a un distanciamiento, que en muchos casos puede ser
temporal, si una vez que sean atendidos por ella salen satisfechos. Afirma.
_Son prejuicios que no vienen en la mayoría de las
veces de los hombres, sino de las propias mujeres, que no aceptan ser
registradas por otra mujer, porque hay un recelo al no existir antecedentes,
refiere Nidia, y relata anécdotas recientes de personas que han llegado hasta
ella por curiosidad, y que luego, espontáneamente, han hecho una buena labor de
divulgación de su trabajo ante el resto de la población practicante que la mira
desconfiada.
Recuerdo que el Consejo de sacerdotes de Ifá de la
Sociedad Cultural Yoruba consideró a propósito de la iniciación de Iyaonifá en
Matanzas, que las mujeres no deben ser engañadas haciéndoles creer que las han
iniciado en los secretos profundos de ifá, porque “el protagonismo en Ifá no
está concedido a las mujeres”. Y fustigan a quienes violan estos mandamientos y
lo mercantilizan.
Víctor me remite a una respuesta suya, posterior a ese
artículo, donde expresa que existen muchos espacios vacíos dentro del sistema
ritual en cuanto a conceptos y ceremonias, y postula, en otro párrafo, “que sus
tendencias religiosas siguen las tradiciones de las regiones de Lagos, Ilé Ifé
de Nigeria, y el sistema de trabajo de los descendientes de los lukumies del
siglo pasado”. Agregando que en su templo “no han afectado ni económicamente,
ni moralmente a nadie y mucho menos a los detractores, pues no ha existido
ingerencia alguna en sus políticas religiosas”.
El factor económico siempre está presente en cada acto
o ritual de la santería, aunque nunca se mencione, siendo para no pocos adeptos
un incentivo apreciable el iniciarse en su membresía, por eso me es inevitable
traerlo a colación ahora, bien porque es motivo de curiosidad en unos y objeto
de señalamientos subversivos en otros, ¿Qué precio tiene que pagar una mujer
por hacer Iyaonitsa?.
_Unos 7000 dólares pagó la venezolana que te mencioné
que fue a Matanzas a recibir su consagración”. Afirma Víctor, pero eso está en
dependencia también de otros factores, por ejemplo, hay personas que solo
pueden ofrecer una merienda sencilla, porque no tienen más posibilidades, y
todo se hace sin ningún problema, aunque sí hay que pagar las cosas que son
obligatorias. Tampoco tiene que ser en dólares.
Se refiere a Alba Marina, quien en junio del 2004 vino
a Cuba, específicamente al reparto Simpson, en Matanzas, para recibir la
envestidura. De esta venezolana se ha divulgado que es la primera mujer
consagrada en Ifá en América, sin embargo, hay otras publicaciones que dicen
que la primera en el mundo fue una norteamericana en el 2003. A Nidia Aguila de
León, solo la precede por unas horas María Cuesta Conde, cubana también y del
mismo templo Ifá Iranlówo, pues la ceremonia de ambas se celebró el 19 de mayo
del 2000.
Nidia cita el caso de esa norteamericana D´Haifa Yeye
Araba Agbaye de Ifé, quien también suscitó en el 2003 enconadas discusiones
procedentes de personalidades religiosas internacionales, quienes se
pronunciaron por la toma de medidas disciplinarias contra la Iyaonifá, sin que
hasta el momento se sepa que hayan llegado a ningún acuerdo definitivo. Ella,
de hecho, es también una mujer de la vanguardia.
Recientemente la Asociación Española de Ifá, con sede
en la ciudad de Valencia, preocupada tal vez por las batallas verbales e
impresas entre Concilios, hizo un pronunciamiento en septiembre de 2004, donde
expresa que “son respetuosos del derecho de cada país u organización a tratar a
sus ciudadanos y/o miembros de la manera que estime pertinentes, siempre que
ello no constituya una violación de los sagrados Derechos Humanos y de las
personas en general, entre los cuales se encuentran la discriminación de género
(o de sexos), en cuyo caso nos consideramos, (se refiere a la AESI) con el
derecho a criticar tales hechos por tratarse de un asunto de interés
universal”.
Pero ¿Cuál es el temor a que la mujer sea Iyaonifä?
Nidia confía en que se puede luchar contra esas parcelas amuralladas y
misteriosas donde se abroquelan clases, sectas o sociedades que esgrimen textos
bíblicos, códigos secretos y sentencias orales milenarias, para impedir que la
mujer logre una posición a la altura espiritual del hombre.
Ella comparte la opinión de Víctor de que existe un
temor “a que haya un cambio socio religioso tradicional y se establezcan las
normas docentes sobre un estudio metódico de Ifá, entonces la mayoría de los
babalawos tendrían que buscarse su sustento en la agricultura, como
sepultureros o cazadores de cocodrilos en la Ciénaga de Zapata”.
¿Se podría afirmar que la mujer es superior al hombre
cuando funge como Iyaonifá? Estoy segura que Nidia podría hablar de su
confianza en el triunfo sobre las aprensiones de los celosos guardines de
dogmas y preceptos, que solo ven a la mujer como esposa, madre y ayudante en
las actividades religiosas, y por supuesto, sobre los que duden de que ellas
puedan cambiar el mundo, pero ante esa pregunta prefiere el silencio, no
obstante, su esposo opina que a ellas les es dado el don de la espiritualidad.
Creo que mi última pregunta a lo mejor no hubiera
tenido respuesta de haberla formulado, al menos por ahora, en que los ánimos
están caldeados y no se cuela por la rendija ni una luz. Pero me queda la duda
¿Qué ocurriría si se les niega la entrada a las sacerdotisas en determinadas
ceremonias y rituales que han sido a través del tiempo solamente prerrogativas
del hombre, digamos por ejemplo, en la apertura del año, donde se saca la letra
que regirá al mundo creyente durante los doce meses en curso?.
Cuatro años no es mucho tiempo para una mujer que ha
sabido esperar. La diferencia radica en eso precisamente, en tener la sabiduría
de hacerlo, algo que las mujeres hemos aprendido desde niñas como la tabla de
sumar. Nidia sabe que aún como aquellas legendarias capitanas que encabezaron
las luchas por los derechos y la igualdad de la mujer, a ella le esperan
sorprendentes acontecimientos. Su cruzada contemporánea tal vez le exigirá
grandes sacrificios en el futuro, pero puede sentirse satisfecha de que ya se
hable con mayor flexibilidad sobre las mujeres sacerdotisas de Ifá en el mundo.
Inexorablemente, nadie podrá detener el curso de la historia.
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